8.7.10

Trópico de capricorno/Henry Miller


A mi entender, el significado de un libro radica en que el propio libro desaparezca de la vista, en que se lo mastique vivo, se lo digiera e incorpore al organismo como carne y sangre que, a su vez, crean nuevo espíritu y dan nueva forma al mundo.

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Creo que todo es justo y está prescrito. ¿Mi casa? Pues, el mundo... ¡el mundo entero! En todas partes estoy en casa, sólo que antes no lo sabía. Pero ahora lo sé. Ya no hay línea divisoria. Nunca hubo una línea divisoria: fui yo quien la creó. Camino lenta y dichosamente por las calles. Las amadas calles. Por las que todo el mundo camina y sufre sin mostrarlo. Cuando me paro y me inclino hacia un farol para encender un cigarrillo, hasta el farol me parece un amigo. No es una cosa de hierro: es una creación de la mente humana, moldeada de determinada forma, torcida y formada por manos humanas, soplada por el aliento humano, colocada por manos y pies humanos. Me vuelvo y paso la mano por la superficie de hierro. Casi parece hablarme. Es un farol humano. Está donde corresponde, como la hoja de col, como los calcetines rotos, como el colchón, como la pila de la cocina. Todo ocupa determinado lugar de determinado modo, como nuestra mente está en relación con Dios. El mundo, en su sustancia visible, tangible, es un mapa de nuestro amor. No Dios, sino la vida, es amor. Amor, amor, amor. Y en pleno centro de él camina este muchacho, yo mismo.

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Estaba más muerto que los muertos por estar vivo y vacío, más allá de cualquier esperanza de resurrección en el sentido de que había traspasado los límites de la luz y el espacio y estaba cobijado con seguridad en el negro agujero de la nada... Su sueño no era una calma pasajera, sino el sueño mismo que es el abismo. Al dormir se hundía; se hundía cada vez más en el sueño al dormir, en la más honda profundidad, profundamente dormido, el más profundo y más dulce de los sueños del sueño.

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Al aceptar la muerte, la muerte desaparece de la mente. ¿Qué importa cómo se llegue a la verdad con tal de que la captemos y vivamos gracias a ella?

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El pensamiento, cuando no es masturbación, es lenitivo, curativo, placentero. El pensamiento que no te lleva a ningún sitio, te conduce a todas partes.

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El vacío es una plenitud discordante, un mundo atestado de fantasmas en que el alma hace un reconocimiento.

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Y después, en virtud de una ley, que debe ser la ley de la creación, supongo, me inflamé y empecé a vivir inexhaustiblemente, como una estrella cuya luz sea inextinguible.




Llevo dos años leyéndolo y aún estoy a 70 páginas de terminarlo, me vuelca, me derrumba, me recrea, me hace amarlo hasta el odio, hasta el miedo, me desengaña de él, de mi, me vuelve loca. Quisiera que nunca acabe, pero mi fidelidad a él me impide lograrlo. Sé que se irá y cuando se vaya, estará aún más presente en mi.