26.12.11

Paula Cabrera

amarillo opaco lumbre
sobre mantel extendido
la noche es risa y vuelve
sempiterno espacio donde no apareces
noche anular y humo







Nueve Aquitania/Jordi Soler





Finalmente salió la piedra, era de calcio según los análisis del laboratorio.

Llegué a la antesala del urólogo con la piedra y los resultados, listo para someterme a la prohibición perpetua de lácteos que iba a recomendarme. En el sillón de enfrente había una señora que me había confiado, motivada por la solidaridad espontánea que une a los pacientes en el trance de meterse a solas con el médico, que a ella le habían dolido menos los hijos que la piedra del riñón. Le respondí que tener un niño o una piedra era, desde cierto ángulo, básicamente lo mismo, se trataba de ocupar la abertura que más placer nos da, en el proceso que más dolor puede proporcionarnos.

También pensaba, pero esto no se lo dije porque en sus ojos de confidente solidaria ya empezaba a brillar la opacidad de la indiscreta arrepentida, que ese periodo de alta mineralizad en el organismo me hacía como nunca parte del planeta, y a la vez del universo entero, en el entendido de que por todo el cosmos, mal que bien, se encuentran los mismos elementos. Producir una piedra es, en rigor, producir un poco de mundo.

Luego añadí esta frase que, lo reconozco, no venía mucho al cuento: “soy un laboratorio de alquimia, en mi interior trabajan los alambiques, las camas de fuego lento, los niveles de decantación, y en alguna parte traigo la media calavera donde se mezclan las sustancias”.

−Con permiso− dijo la mujer arrepentida−, porque había llegado el turno de pasar a que el médico la revisara o porque ya no soportaba mi monólogo. Me quedé solo en la sala, alumbrado por los tubos de neón que hacían ruido. Saqué la piedra que había expulsado, con más sorpresa que dolor esa mañana. Me había parado frente al retrete con la coladera en posición, y antes de darme cuenta que las vías de alivio estaban parcialmente obstruidas, precedida por una punzada de parto, había salido la piedra que fue a estrellarse con violencia en la retícula, seguida por un chorro salpicón de orines.
Lo mínimo que trae consigo la fabricación de una parte del mundo, es un dolor de la talla de los cataclismos del mundo, pensé ahí mismo debajo del neón ruidoso y me fui sin pasar a mi cita con el médico.


*

Nota aparecida en el diario español El ángel de Extremadura, dentro del suplemento dominical Gente

Miranda del Rocío. Como resultado de la medida aplicada por el Ministro de Seguridad Pública, cientos de yanquis invaden las calles de la capital del país, con el propósito de conseguir unos gramos de droga. Hace casi un mes el ministro anunció que la policía había asestado un golpe fatal a los jefes del narco, no calculó que días más tarde, la capacidad de las caa (Clínicas de Atención al Adicto), sería ampliamente rebasada por la sobredemanda de remedios contra el mono. Desde entonces, grupos de yonkis en pleno síndrome de abstinencia, buscan heroína en cualquier lugar y a cualquier precio.

“El yonki no tendría necesidad de asaltar a navaja o de incomodar a la ciudadanía, si el Estado asumiera que se trata de un enfermo que necesita ayuda médica en la fase crítica del mono, y además se la proporcionara”; declaró Ángeles Ramos, directora del cnca (Centro Nacional Contra las Adicciones).

Algunos yonkis más desesperados han ido más allá de los límites de la ciudad. El primer brote en el exterior fue detectado el martes pasado. Un grupo de catorce individuos entorpeció durante varias horas el tráfico de la autopista que va a Pozuelos, caminaban en formación escopeta sobre el carril derecho, con la culata protegida por una patrulla de la policía. Unas horas antes dos yonkis sin grupo habían sido atropellados por un autobús en las inmediaciones de Toledo. El grupo de Pozuelos pretendía, según declararon los agentes de la culata, conseguir heroína en aquella población, pero el distribuidor había  huido minutos antes de que llegaran sus clientes; había visto un noticiario de televisión que transmitía en directo la llegada de la banda de yonkis a las cercanías de su casa y había escapado antes de convertirse en la noticia del día.

A partir del caso de “los yonkis de Toledo” (nombre que se le ha dado a la desgracia de los dos adolescentes atropellados en la carretera cerca de aquella entidad) se han multiplicado los accidentes. En un programa de televisión transmitido en Europa y América Latina por Antena 3 Internacional, varios automovilistas expresaron ese temor novedoso de ir manejando tranquilamente por la carretera, y en el momento menos pensado, al salir de una curva, encontrarse con una peregrinación de yonkis. Basta un comentario, insinuación o presentimiento de que en tal o cual sitio sobrevive un camello, para que los adictos se lancen en grupo tras la posibilidad de una dosis.
Un analista del periódico inglés The Guardian, ha calificado el fenómeno como la otra cruzada de los yonkis, haciendo obvia referencia a la obra La cruzada de los niños, del escritor francés Marcel Schwob.

Ayer, cerca del mediodía, una cuarteta de yonkis arribó a esta población que se encuentra a 210 kilómetros de Madrid. Los vecinos notificaron a la policía la presencia de cuatro extraños que dormitaban en el kiosco de la plaza. Luego de un breve interrogatorio, el comandante Torrijos dedujo que se trataba de una parte de La cruzada de los yonkis y además observó que, a juzgar por el estado de placidez que traían los cuatro individuos, su jurisdicción debía contar con los servicios de un camello. Los visitantes fueron trasladados  a la comisaría, el comandante pretendía averiguar las señas particulares del camello y la forma en que esos individuos habían recorrido los 210 kilómetros, porque la policía local tenía noticia de que en la madrugada dos turistas franceses habían sido despojados de su automóvil, y ola asociación del cuarteto de sospechosos con los turistas desfalcados no parecía tan descabellada.
Las averiguaciones del comandante se vieron frustradas por la intervención del Leproso, el habitante más ilustre de Miranda del Rocío, un mendigo que hizo fortuna efímera y fama sólida en  1961, cuando apareció en el papel  de él mismo, en la película Viridiana, de Luis Buñuel.

Anualmente, cada septiembre, Miranda ofrece un homenaje a su habitante ilustre: el alcalde pronuncia unas palabras, el Leproso las agradece y a continuación se proyecta la película que lo volvió célebre. El comandante Torrijos, para ilustrar la influencia que tiene el personaje sobre la vida de esta comunidad, comentó: “durante la proyección anual de Viridiana, el público aplaude a rabiar cada vez que aparecen las escenas del Leproso”.

El mendigo ilustre, que subsiste gracias a una pensión que le dispensa el alcalde en turno, pasaba por la comisaría cuando uno de los yonkis reconoció su estampa cinematográfica y le preguntó si él era el Leproso de Viridiana. El actor, influyente y agradecido en extremo, no descansó hasta que el comandante dejó ir, libres de cualquier cargo, a los cuatro huéspedes que lo habían reconocido.

Hasta el momento se desconoce el paradero de los yonkis y del Leproso. La policía de Miranda del Rocío espera que en las próximas horas llegarán más visitantes y pronostica que entonces podrán dar con la guarida del camello.


Alfaguara, 1999: Ciudad de México

Lo sagrado y lo divino (antología)/ Selección de Leopoldo Cervantes-Ortiz

 


Jules Supervielle
(Francia-Uruguay, 1884-1960)

Plegaria al desconocido

He aquí que me sorprendo hablándote, Dios mío,
yo, que no sé todavía si existes
ni comprendo la lengua de tus iglesias
susurrantes.
Miro los altares, la bóveda de tu casa
como quien dice simplemente: “Esto es madera, esto es piedra,
aquéllas son columnas románicas, le falta la nariz a ese santo,
y adentro como afuera hay un mismo desamparo entre los hombres.”
Bajo los ojos sin poder arrodillarme durante la misa
como si dejara pasar una tormenta sobre mi cabeza
y no puedo evitar el pensar siempre en otra cosa.
Me pasaré la vida pensando en otra cosa,
y esa otra cosa soy yo, tal vez mi yo verdadero:
es allí donde me refugio, y tal vez sea allí donde tú estás,
creo que nunca podré vivir sino en esas lejanías que me seducen.
El momento presente es un regalo
que no he sabido aprovechar,
no sé bien cómo se usa, lo volteo para un lado y para el otro
y no logro que funcione su difícil mecanismo.
No creo en ti, Dios mío,
pero quisiera hablarte a pesar de todo;
he hablado con las estrellas aunque las sepa sin vida,
con los más humildes de los animales aunque los sepa sin respuesta,
con los árboles que, sin el viento, serían mudos como la tumba.
Y me he hablado a mí mismo aunque no estoy seguro del todo de que existo.
No sé si oyes nuestras plegarias,
las plegarias de los hombres,
no sé si tienes ganas de escucharlas,
no sé si tienes como nosotros un corazón en alerta continua
y oídos siempre abiertos a las noticias más diversas.
No sé si te gusta mirar por aquí.
Pero querría recordarte a tu planeta la Tierra,
con sus flores, sus guijarros, sus jardines y sus casas.
Con todos sus seres; con nosotros que sufrimos y lo sabemos.
Querría dirigirte cuanto antes estas humildes palabras humanas
porque cada cual debe tentar ahora lo imposible
aun si no eres más que un soplo de hace millares de años,
una gran velocidad adquirida, una melancolía durable
que hace aún girar a las esferas en su melodía.
Querría Dios sin rostro y tal vez sin esperanza,
que prestaras toda tu atención, entre tantos cielos vagabunda,
a los hombres que nunca pueden darse un respiro en el planeta.
Escúchame, corre prisa: todos van a desalentarse
y ya no podremos distinguir a los jóvenes de los viejos.
Cada mañana se preguntan si la matanza va a comenzar.
Por todas partes se preparan extraños distribuidores
de sangre, de quejidos y de lágrimas.
Se preguntan si los trigos no esconden ya fusiles.
¿Se acabó el tiempo en que podías ocuparte de los hombres?
¿Te llaman de otros mundos, médico de consulta
que sin saber por dónde empezar deja morir a su clientela?
Escúchame, no soy más que un hombre entre tantos otros:
el alma está a gusto en el cuerpo, el alma no quiere escapar
en un estallido de bomba;
el alma es para nosotros una caricia, un secreto halago.
Déjanos respirar sin pensar en nuevos venenos,
déjanos mirar a nuestros niños sin pensar todo el tiempo en la muerte.
No estamos para batallas, para generales.
Déjanos nuestro ir y venir de rebaño entre cencerros
y olor a leche que se mezcla al olor de la hierba espesa.
Ah, si existes, mi Dios, mira de nuestro lado,
ven y descansa un rato entre nosotros, la Tierra es hermosa con sus árboles,
sus ríos y sus estanques, tan hermosa que uno diría
que la añoras un poco.
No te vayas a hacer el sordo una vez más
ni a sentirte conmigo, Dios, si te tuteo,
si te hablo con tan abrupta simplicidad:
creería menos que en cualquier otro en un Dios que aterrorizara;
y tú, más que por el rayo, sabes expresarte por las briznas de hierba
y los ojos del agua y los juegos de los niños,
lo cual no impide que haya océanos y cadenas de montañas.
No puedes ofenderte porque te digo lo que pienso,
porque reflexiono como puedo sobre el hombre y su existencia
con la franqueza de la tierra y de las diversas estaciones
y tal vez con tu franqueza cuyas lecciones ignoro.
No me faltan disculpas, consiente en aceptar mis pobres sutilezas,
tantas cosas se preparan solapadamente contra nosotros
que, por mucho que hagamos, tememos siempre que nos sorprendan desprevenidos, tememos ser como el toro que no comprende qué sucede:
lo llevan al matadero, no sabe adónde va ,
y justo antes de recibir el golpe mortal sobre la frente
se repite que tiene hambre, y pastaría de buena gana,
¿pero qué pasa con esa gente de delantales llenos de sangre
para que así se empeñen todos en atenderlo esta mañana?



D.H. Lawrence
(Inglaterra, 1885-1930)


Sombras
(…)
Y si, igual que el otoño se ahonda y se oscurece
siento el dolor de las hojas al caer y tallos que se rompen en las tormentas
y turbulencias y disolución y la zozobra
y luego, suaves sombras profundas plegándose, plegándose
sobre mi alma y mi espíritu, sobre mis labios
dulcemente, como un letargo, o más bien el estupor de una grave, triste canción
cantada más opacamente que el ruiseñor, y así hacia el solsticio
y el silencio de los días cortos,
el silencio del año, la sombra,
sabré entonces que mi vida aún se mueve con la oscura tierra y se humedece
en un profundo olvido, en el lapso de la tierra y su renovación.



Alberto Caeiro [Fernando Pessoa]
(Portugal, 1888-1935)

El guardador de rebaños
(fragmento)

V
Hay bastante metafísica en no pensar en nada.
¿Qué pienso yo del mundo?
¡Qué sé yo del mundo!
Si enfermara pensaría en eso.

¿Qué idea tengo yo de las cosas?
¿Qué opinión tengo sobre causas y efectos?
¿Qué he meditado sobre Dios y el alma
y sobre la creación del mundo?
No sé. Para mí pensar en eso es cerrar los ojos.
y no pensar. Es correr las cortinas
de mi ventana (que no tiene cortinas).

[…]
No creo en Dios porque nunca lo he visto.
Si él quisiera que yo creyera en él,
vendría sin duda a hablar conmigo
y entraría por mi puerta
diciéndome, ¡Aquí estoy!

[…]
Pero si Dios es los árboles y las flores y los montes y el luar y el sol,
¿Para qué le llamo Dios?
Le llamo flores y árboles y montes y sol y luar;
porque si él se hizo, para que yo lo viera,
en sol y luar y flores y árboles y montes,
si él se me aparece como árboles y montes
y luar y sol y flores,
es porque él quiere que lo conozca
como árboles y montes y flores y luar  y sol.

Y por eso lo obedezco (¿Qué más sé yo de Dios que Dios de sí mismo?),
le obedezco viviendo, espontáneamente,
como quien abre los ojos y ve,
y le llamo luar y sol y flores y árboles y montes,
y lo amo sin pensar en él,
y lo pienso al ver y oír,
y ando con él a toda hora.


Marina Tsvietáieva
(Rusia, 1891-1941)

¡En uno de los dos crepúsculos moriré!...

¡En uno de los dos crepúsculos moriré!
Pero en cuál –nadie lo puede saber.
¡Si mi antorcha dos veces se apagara,
con el de la tarde y el de la mañana!

Bailando he pasado por  la tierra, ¡hija del cielo!
¡con mi falda llena de rosas! –¡Sin dañar un solo retoño!
¡En el crepúsculo moriré! No enviará Dios
una noche de águilas para mi alma de cisne.

Finalmente apartaré, sin besarla, la cruz;
por último saludo me lanzaré al cielo generoso.
Una racha de ocaso –una sonrisa por respuesta…
¡En mi última agonía también seré poeta!



e.e. cummings
(Estados Unidos, 1894-1962)

Jehová enterrado, Satán muerto…

Jehová enterrado, Satán muerto,
los medrosos adoran lo Mucho y lo Rápido;
no sintiendo lo malo como malo,
la mansedumbre pasa por bondad;
obedece dice toc, sométete dice tic,
la Eternidad es un Plan Quinquenal:
si la Alegría y el Dolor están en la casa de empeños
¿quién se atreverá a llamarse hombre?

Bribones sin sueños avanzan saciados de Sombras,
Fulano es Mengano y Mengano es Zutano;
mientras los Chismes asesinan gritan y suman,
el culto a lo Igual es lo más chick;
con instrumentos nuevos
se mide precisamente lo Nuevo:
si para besar el micro el judío se hace marrano
¿quién se atreverá a llamarse hombre?

los mentirosos invocan a gritos la Verdad,
los esclavos dan taconazos pidiendo Libertad;
donde los Necios son Santos, locos los poetas,
chillan los ilustres ilusos de Progreso;
cuando se proscriben las Almas, enferman los corazones,
con Corazones enfermos, las Mentes no pueden nada:
si el Odio es un juego y el Amor un coito
¿quién se atreverá a llamarse hombre?

Cristo Rey, este mundo hace agua por todas partes;
y salvavidas no hay:
sólo puede caminar sobre las olas Aquel
que se atreve a llamarSe hombre.



Lucián Blaga
(Rumania, 1895-1961)

Las lágrimas

Cuando echado del nido de la eternidad, el primer hombre
pasaba asombrado y pensativo por los bosques y campos,
le apenaban
la luz, las nubes, el horizonte –y de cualquier flor
le punzaba un recuerdo del paraíso.
Y el primer hombre, el errante, no sabía llorar.
Una vez, agotado por el azul tan claro
de la primavera,
con alma de niño el primer hombre
cayó de cara al polvo:
“Padre, arráncame los ojos
o si te es posible fabrica sobre ellos
una telaraña, una mortaja,
para que no vea más
ni flor, ni cielo, ni sonrisa de Eva, ni las nubes,
porque toda esa luz me duele.!

Entonces, El Piadoso, en un instante de misericordia,
le dio las lágrimas.


Czeslaw Milosz
(Lituania-Polonia, 1911)

Sobre la plegaria

Me preguntas, cómo rezar a alguien que no existe.
Sólo sé que la plegaria levanta un puente de seda
por el cual avanzamos como en un trampolín
hasta alzar el vuelo por encima de los paisajes de oro profundo
cambiados por el mágico síncope del sol.
Este puente va hacia la orilla del Reverso
donde el otro lado de las cosas revela un sentido
apenas sospechado de las palabras “esto es”.
Mira, estoy diciendo: nosotros. Y cada uno en su singularidad
siente allí la compasión por los que siguen presos en el cuerpo,
y sabe que, si incluso no existiese la otra orilla,
igual tendrían que entrar en el puente tendido sobre la tierra.



Edmond Jabès
(Francia, 1912-1991)

El más alto desafío
(fragmento)


Y el hombre dijo a ese Dios:
“No oigo sino a Ti; pero no Te oigo.
No veo sino a Ti; pero no Te veo.
No busco sino a Ti; pero no Te busco.
No espero sino a Ti; pero no Te espero.

No concibo sino a Ti, pero no Te Concibo.
No golpeo sino a Ti, pero no Te golpeo.
No me interrogo sino en Ti.
No me valoro sino en relación a Ti.
No soy sino tu palabra en el seno de Tu palabra.
No soy vocablo sino donde Tú estás escrito.”
Y Dios dijo al hombre:
“Soy la despótica, la obsesiva, la más enigmática
de tus creaciones, después del verbo.”
Y el hombre dijo:
“¿Soy el verbo?”
Y Dios dijo:
“Soy la interrogación del verbo.”
Y el hombre dijo:
“¿Soy el verbo en consideración?”
Y Dios dijo:
“Que tu hálito, oh blancura, sea grafía previa
en el mármol negro de Mi palabra. De lo que
se escribe febrilmente de día, las tablillas de la noche nos permitan la lectura.”
Y el hombre dijo:
“Mi lengua es polvo locuaz. Dame otra lengua.”
Y Dios dijo:
“El polvo es mármol y el vacío, universo.”
Y el hombre dijo:
“¿Dónde estoy?”
Y Dios dijo:
“¿Qué importa dónde estás? Donde estás, ya no te veo.”
Y el hombre dijo:
“¿Te di acaso ojos demasiado débiles?”
Y Dios dijo:
“Me has dado ojos de infinito.”
Y el hombre dijo:
“Hunde tu mirada en mí. Llevo en mi seno el infinito.”
Y Dios dijo:
“Que nuestra ausencia sea alianza”.
Y el hombre dijo:
“¿Dónde estás tú?
¿Dónde estoy yo?”


Octavio Paz
(México, 1914-1998)

El desconocido

La noche nace en espejos de luto.
Sombríos ramos húmedos ciñen su pecho y su cintura, su cuerpo azul, infinito y tangible.
No la puebla el silencio: rumores silenciosos,
peces fantasmas, se deslizan, fosforecen, huyen.

La noche es verde, vasta y silenciosa.
La noche es morada y azul.
Es de fuego y es de agua.
La noche es de mármol negro y de humo.
En sus hombros nace un río que se curva,
una silenciosa cascada de plumas negras.

Noche, dulce fiera,
boca de sueño, ojos de llama fija,
océano,
extensión infinita y limitada como un cuerpo acariciando a obscuras,
indefensa y voraz como el amor,
detenida al borde del alba como un venado a la orilla del susurro o del miedo,
río de terciopelo y ceguera,
respiración dormida de un corazón inmenso que perdona:
el desdichado, el hueco,
el que lleva por máscara su rostro,
cruza tus soledades, a solas con su alma,
ensimismado en su árida pelea.
Su pensamiento recorre siempre las mismas salas deshabitadas,
sin encontrar jamás la forma que agote su impaciencia,
el muro del perdón o de la muerte.
Pero su corazón aún abre las alas
como un águila roja en el desierto.

Suenan las flautas de la noche.
Canta dormido el mar;
ojo que tiembla absorto,
el cielo es un espejo donde el mundo se contempla,
lecho de transparencia para su desnudez.

Él marcha solo, infatigable,
encarcelado en su infinito,
como un fantasma que buscara su cuerpo.


Allen Ginsberg
(Estados Unidos, 1926-1997)

Dios

El marinero de 18 años “se había congraciado con Dios”.
Una palabra. Una D mayúscula. ¿Quién es Dios? –yo creí verlo una vez y oír su voz, que ahora suena como la mía,
y si no soy Dios, entonces ¿Quién es Dios? ¿Jesús Dios de la Biblia?
¿La Biblia de quién? ¿Antiguo JHVH? ¿La palabra de 4 letras sin vocales o la palabra de Dios de 4 letras? ¿D-I-O-S?
¿Alá? Algunos dicen que Alá es grande, aunque si te burlas de su nombre ¡muerto estás!
El Único Sabio de Zoroastro solía ser grande y la versión de los momrmones obtuvo pedigríes y genealogías absolutos.
El Dios del Papa ¿es el mismo que el de los teleevangelistas de la Infalible Iglesia Bautista del Sur?
¿Cómo es la plaza aquella con el Alá del Ayatolá, Billy Graham con Nixon en sus rodillas, la deidad Armagedón de Donald Reagan?
¿Y el Dios del rabino Lubovicher negando tierra a cambio de paz?
¿El Dios de Yaser Arafat es el mismo de Shamir? ¿Y Magna Mater?
Qué pasó con Afrodita, Hécate, Diana de muchos senos en Éfeso, ¡La Venus gordita culona de Willendorf más vieja que Yavé y Alá y el sueño de Zoroastro!
más vieja que Confusio, Lao Tsé, Buda y los 39 patriarcas.
¿Es real un Dios? ¿Hay un solo Dios? ¿Cómo es que hay tantos Dioses
–peleándose entre ellos, pobres mayas, aztecas, peruanos adoradores del sol? Soñadores hopo peyote en torno al fuego en media luna.
¿Soy yo Dios, hice el universo, lo soñamos juntos o me caí por el tobogán sobre el planeta, en busca de progenitores?
Yo sé que no soy Dios, y ¿tú? No seas tonto.
¿Dios? ¿Dios? ¿El Dios de todos? No seas tonto.


Pablo Antonio Cuadra
(Nicaragua, 1912-2002)

Salmo de la noche oscura

La noche es antigua y reservada.
Ángeles oscuros la custodian apagando la comunión de las palabras.

(…)

Planeta, 2002: Ciudad de México

Los juegos y los hombres. La máscara y el vértigo/Roger Caillois

 


Otro ejemplo sorprendente del paso de una diversión solitaria a un placer de competencia e incluso de espectáculo es el balero. El de los esquimales representa de manera muy esquemática un animal: un oso o un pez. Está horadado con múltiples perforaciones. El jugador debe ensartarlas todas en un orden determinado, con el estilete en toda la mano. Luego, vuelve a empezar la serie con el estilete sostenido en el índice cerrado; después con el estilete saliendo del pliegue del codo, luego sujeto entre los dientes, mientras el cuerpo del instrumento describe figuras cada vez más complicadas. Cada jugada fallida obliga al jugador torpe a pasar el artefacto a un rival. Éste emprende la misma progresión, trata de compensar su retraso o de tomar ventaja. Al tiempo que lanza y atrapa el balero, el jugador mima una aventura o analiza una acción. Cuenta un viaje, alguna cacería o un combate, enumera las diferentes fases del destazado de la presa, operación que es monopolio de las mujeres. A cada nuevo hoyo, anuncia triunfante:

            Ella toma su cuchillo
            Corta la foca
            Le quita la piel
            Saca los intestinos     
            Abre el pecho
            Saca las entrañas
            Saca las costillas
            Saca la columna vertebral
            Quita la pelvis
            Quita los miembros posteriores
            Quita la cabeza
            Quita la grasa
            Dobla la piel en dos
            La empapa en la orina
            La pone a secar al sol
            …

En ocasiones, el jugador la emprende con rival y en la imaginación emprende la tarea de cortarlo en pedazos:

            Te asesto un golpe
            Te mato
            Te corto ola cabeza
            Te corto un brazo
            Y luego el otro
            Te corto una pierna
            Luego otra
            Los pedazos a los perros
            Los perros comen…

Y no sólo los perros, sino también los zorros, los cuervos, los cangrejos y todo lo que se le ocurre. Antes de volver a la lucha, el otro previamente tendrá que reconstruir su cuerpo en el orden inverso. Esa persecución ideal va subrayada por los clamores de los asistentes, que siguen con pasión los episodios del duelo.

*

La máscara es un objeto sagrado, difundido universalmente y cuyo paso al estado de juguete tal vez señale una mutación capital en la historia de la civilización. Pero hay otros casos bien comprobados de este tipo de desplazamiento. La cucaña se vincula a los mitos de la conquista del cielo y el futbol a la disputa del globo solar entre dos fratías antagónicas. Algunos juegos de cuerdas sirvieron para augurar la preeminencia de las estaciones y de los grupos sociales que les correspondían. Antes de ser un juguete en Europa hacia fines del siglo XVIII, la cometa figuraba en el Extremo Oriente al alma exterior de su propietario que permanecía en la tierra, aunque vinculado mágicamente a la frágil armadura de papel abandonada a los remolinos de las corrientes de aire. En Corea, la cometa hacía función de chivo expiatorio para librar de los males a una
comunidad de pecadores. En China fue utilizada para medir las distancias; a manera de telégrafo rudimentario, para transmitir mensajes simples y, finalmente, para lanzar una cuerda por encima de una corriente de agua y permitir tender así un puente de barcos. En Nueva Guinea, se empleaba para remolcar embarcaciones. La rayuela probablemente representaba el laberinto en que se extraviaba en un principio el iniciado. En el juego de pillapilla, tras la inocencia y la agitación se ha reconocido la temible elección de una víctima propiciatoria: designada por un fallo del destino, antes de serlo por las sílabas sonoras y vacías de la ronda infantil, la víctima podía –o cuando menos eso se supone- deshacerse de su mancha pasándola por contacto a quien alcanzaba corriendo.

En la India védica, el sacrificante se mece en un columpio para ayudar al sol a subir al cielo. Se supone que el trayecto del columpio vincula al cielo y a la tierra. El columpio se asocia comúnmente a las ideas de lluvia, de fecundidad y de renovación de la naturaleza. En primavera se mece solemnemente a Kama y a Krishna. El columpio cósmico lleva consigo al universo en un vaivén eterno en que son arrastrados los seres y los mundos.

*

Con la simulación se observa una especie de desdoblamiento de la conciencia del actor entre su propia persona y el papel que representa; en cambio, con el vértigo hay desconcierto y pánico, si no es que eclipse absoluto de la conciencia. Más por el hecho de que, de suyo, el simulacro sea generador de vértigo y el desdoblamiento, fuente de pánico se crea una situación fatal. Fingir que se es otro enajena y transporta. Llevar una máscara embriaga y libera. De suerte que, en ese terreno peligroso donde la percepción se trastorna, la conjunción de la máscara y del trance resulta de lo más temible. Provoca tales accesos, alcanza tales paroxismos que el mundo real resulta aniquilado pasajeramente en la conciencia alucinada del poseído.

*

La alianza del simulacro y del vértigo es tan fuerte y tan irremediable que pertenece naturalmente a la esfera de lo sagrado y tal vez constituya uno de los resortes principales de la mezcla de horror y de fascinación que lo determina.

*

En la antigüedad, la rayuela era un laberinto en que se empujaba una piedra –es decir, el alma- hacia la salida. Con el cristianismo, el diseño se alarga y se simplifica. Reproduce el plano de una basílica: se trata de hacer llegar el alma, de empujar el guijarro hasta el  Cielo, el Paraíso, la Corona o la Gloria, que coinciden  con el altar mayor al de la iglesia, representado esquemáticamente en el suelo mediante una sucesión de rectángulos. En la India se jugaba al ajedrez con cuatro reyes. El juego pasó al Occidente medieval. Bajo la doble influencia del culto a la Virgen y del amor cortés, uno de los reyes se transformó en reina o en dama, que llegó a ser la pieza más fuerte, mientras que el rey se veía confinado al papel de pieza ideal pero casi pasiva de la partida. Sin embargo, lo importante es que estas vicisitudes no han afectado la continuidad esencial del juego de la rayuela o del juego del ajedrez.

*

Para una inteligencia infinita, para el demonio que imaginó Maxwell, el destino de Esparta tal vez era legible en el rigor militar de los juegos de la palestra, el de Atenas en las aporías de los sofistas, la caída de Roma en los combates de los gladiadores y la decadencia de Bizancio en las disputas del hipódromo. Los juegos crean hábitos, provocan reflejos. Hacen esperar cierto tipo de reacciones y por consiguiente invitan a considerar las reacciones opuestas.

*

No es indiferente que el deporte anglosajón por excelencia sea el golf; es decir, un juego en que cada cual, en todo momento, tiene tiempo de hacer trampa a placer y como mejor lo entiende, pero en que el juego pierde estrictamente todo interés a partir del momento en que se hace trampa. Luego, en los mismos países, es posible no sorprenderse de una correlación con la conducta del contribuyente respecto al fisco o del ciudadano respecto al Estado.


*

Odín, cuyo nombre, para Adán de Bremen, es equivalente de “furor”, por lo esencial de su mitología permanece como un perfecto chamán. Se transforma en toda clase de animales, se transporta al punto a cualquier lugar, es informado por dos cuervos sobrenaturales, Huqui y Munin. Permanece nueve días y nueve noches suspendido de un árbol para obtener de él un lenguaje secreto y apremiante: las runas. Funda la necromancia, interroga a la cabeza momificada de Mimar. Aún más, practica la seidhr, que es sesión chamánica pura, con música alucinante, ropaje ritual (abrigo azul, gorro de cordero negro, pieles de gatos blancos, bastón, cojín de plumas de gallina), viajes al otro mundo, coro de auxiliares para previsión, trances, éxtasis y profecía. Asimismo, los berserkers que se transforman en fieras están vinculados directamente a las sociedades de máscaras.

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Los efebos espartanos se entregan a la licantropía, igual que los hombres-panteras y que los hombres-tigres del África ecuatorial. Durante la criptia, hagan o no cacería de ilotas, es seguro que llevan una vida de aislamiento y de emboscadas. No deben ser vistos ni sorprendidos. No se trata en ninguna medida de una especie de preparación militar: eso no concuerda en absoluto con el modo de combatir de los hoplitas. El hombre joven vive como lobo  ataca como lobo: solitario y de improviso, con un salto de fiera salvaje. Roba y mata impunemente, mientras sus víctimas no logren atraparlo. La prueba implica los peligros y las ventajas de una iniciación. El neófito conquista el poder y el derecho de comportarse como lobo; corre el riesgo de ser destrozado por los lobos y se prepara para destrozar a los hombres.

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Al loco ya no se le considera intérprete perdido de un dios que lo habita. No se imagina que profetice o que tenga la facultad de curar. De común acuerdo, la autoridad es cosa de calma y de razón, no de frenesí. Fue preciso absorber también la demencia y la fiesta: todo barullo prestigioso, nacido del delirio de un espíritu o de la efervescencia de una multitud. La ciudad pudo nacer y crecer a ese costo, los hombres pasad del ilusorio dominio mágico del universo, repentino, total y vano, a la lenta pero efectiva domesticación técnica de las energías naturales.

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Juegos de espejos, fenómenos y espectros concurren al mismo resultado: la presencia de un mundo ficticio en contraste buscando con la vida corriente, en la que reina la fijación de las especies y de la que están suprimidos los demonios. Los reflejos desconcertantes que multiplican y dispersan la imagen del cuerpo, la fauna compuesta, los seres mixtos de la fábula y las contrahechuras de pesadilla, los injertos de una cirugía maldita y el horror blando de toques embrionarios, el mundo de las larvas y de los vampiros, el de los autómatas y el de los marcianos, completan mediante una perturbación de otra especie el sacudimiento enteramente físico con que las máquinas de vértigo destruyen por un instante la estabilidad de la percepción.

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Incluso las golosinas que proponen los tenderetes de los confiteros tienen algo de inmutable en su naturaleza y en su presentación: turrón, azúcar de manzana o pastelillos de especias, en estuche de papel glaseado con medallones ilustrados y largas franjas brillantes, cerdos de pan de especias adornados allí mismo con el nombre del comprador.

El placer es de excitación y de ilusión, de desasosiego aceptado, de caídas evitadas, de choques amortiguados, de colisiones inofensivas.

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Además, para aquellos que están en edad, tanto en el irrisorio autódromo como en todo el recinto de la feria, en todo artefacto de pánico, en toda barranca de espanto, donde el efecto de la rotación y el estremecimiento del miedo hacen a los cuerpos acercarse, se cierne de manera difusa e insidiosa otra angustia, otra delicia que, esta vez, proviene de la búsqueda del compañero sexual. Aquí salimos del juego propiamente dicho. Cuando menos, la feria se acercó al baile de disfraces y al carnaval, presentando la misma atmósfera para la aventura deseada. Sin embargo, una sola diferencia, aunque harto significativa: el vértigo en ella sustituye a la máscara.

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Un exceso de majestad exige una contraparte grotesca. Pues la reverencia o la piedad populares, los homenajes a los grandes, los honores rendidos al poder supremo, amenazan peligrosamente con marear a quien asume el cargo o reviste la máscara de un Dios.

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Resurgimientos del vértigo en las civilizaciones ordenadas: los incidentes del 31 de diciembre de 1956 en Estocolmo. El episodio en sí es insignificante y sin futuro. Pero muestra hasta qué grado el orden establecido sigue siendo frágil, precisamente en la proporción en que es estricto, y cómo las fuerzas del vértigo siempre están listas a tomar ventaja. Reproduzco el perspicaz análisis de la corresponsal de Le Monde en la capital de Suecia:

“Como lo ha señalado Le Monde, la noche del 31 de diciembre cinco mil muchachos invadieron la Kungsgatan –la arteria principal de Estocolmo- y durante cerca de tres horas ‘se adueñaron de la calle’, maltratando a los transeúntes, volcando autos, rompiendo aparadores y, finalmente, tratando de levantar barricadas con rejas y montantes arrancados de la plaza del mercado más próximo. Otros grupos de jóvenes vándalos derribaban las viejas lápidas que rodean la iglesia vecina y arrojaban de lo alto del puente que atraviesa Kungsgatan bolsas de papel llenas de gasolina en llamas. Todas las fuerzas de policía disponibles acudieron a toda prisa al lugar. Pero su irrisorio número –apenas un centenar de hombres- hacía difícil su tarea. Sólo después de varias cargas a sable limpio y luchas cuerpo a cuerpo de diez contra uno, pudieron los policías quedar dueños del terreno. Casi linchados, varios de ellos hubieron de ser llevados al hospital. Unos cuarenta manifestantes quedaron detenidos. Su edad  variaba entre quince y diecinueve años. ‘Es la manifestación más grave que se haya desarrollado en la capital’, declaró el prefecto de policía de Estocolmo.
“Esos hechos han suscitado en la prensa y en los medios responsables del país una oleada de indignación y de inquietud que se halla lejos de clamarse. (…) Presentan un carácter de angustia casi ‘kafkiano’. Pues esos movimientos no son ni concertados ni premeditados; la manifestación no tiene lugar ni ‘en pro’ de algo ni ‘contra’ alguien. De manera inexplicable, decenas, centenares y, el lunes, miles de muchachos están allí. No se conocen entre sí, nada tienen en común, aparte de su edad, no obedecen ni a una consigna ni a un jefe. Son en toda la acepción trágica de la expresión, ‘rebeldes sin causa’.
Para el extranjero, que bajo otros cielos ha visto niños dejarse matar por algo, esta trifulca gratuita parece tan increíble como incomprensible. Si se tratara incluso de una alegre broma de mal gusto para ‘asustar un poco a los burgueses’, se estaría tranquilo. Pero las expresiones de esos adolescentes son impasibles y malignas. No se divierten. De pronto hacen explosión en una locura destructiva y muda. Pues lo más impresionante de su turba tal vez sea su silencio. En su excelente y  breve obra sobre Suecia, François-Régis Bastide ya ha escrito:

…esos ociosos, presas del terror de la sociedad, se reúnen, se aglutinan como pingüinos, se amontonan, gruñen y se injurian apretando los dientes, se abruman a golpes sin un grito, sin ninguna palabra comprensible…

Fuera de la famosa soledad sueca y la angustia animal tantas veces descrita, que provoca esta larga noche de invierno que empieza a las dos de la tarde, para disiparse en una vaga grisalla a las diez de la mañana, ¿dónde buscar la explicación de un fenómeno cuyo eco se encuentra con otras formas en todas las ‘semillas de violencia’ de Europa y América? Porque en Suecia los hechos se destacan con mayor claridad que en otras partes, ¿a qué grupo social pertenecen antes que nada los jóvenes rebeldes? Como aprendices o dependientes de almacén, a su edad ganan salarios que habrían hecho soñar a las generaciones precedentes. Ese bienestar relativo y, en Suecia, la certeza de un porvenir asegurado, disipa en ellos la angustia del mañana y al mismo tiempo deja vacante la combatividad antaño necesaria para ‘abrirse paso en la vida’. En cambio, bajo otros cielos, el exceso de dificultades por ‘subir’, en un mundo en que el trabajo cotidiano está devaluado en beneficio de los actores de cine y de los gangsters, provoca desesperación. En ambos casos, la combatividad sin un campo de acción válida de pronto hace explosión en un desencadenamiento ciego y desprovisto de sentido…” Eva Freden.

Fondo de Cultura Económica, 1986: Ciudad de México.


Los dos jardines. Mística y erotismo en algunos poetas mexicanos/Elsa Cross

 
 


 
El ágape es sin duda más cristiano, pues es el amor de la caridad y la compasión por los demás, en tanto que el eros, en un sentido amplio y no reducido a lo que se entiende usualmente por “erótico”, es un impulso hacia el éxtasis, necesariamente interior y personal.

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Erotismo y misticismo se muestran de pronto como un mal, una pasión devorante, incontrolable, pero que da sentido a todo; son una huida, una salida, una posibilidad de trascender la realidad insoportable con su tedio y su banalidad, su vacío y su tristeza. No importa que esa salida signifique la obsesión o la locura. Tanto la experiencia erótica como la mística siguen órbitas excéntricas, pues como dice Paz, el asceta, al igual que el libertino, son seres asociales. De hecho, necesitan vivir en el extremo, en el exceso. La opacidad y el hastío de lo cotidiano no les bastan.

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Pita Amor
XXXII

Tú tienes todo el poder,
Tú riges el movimiento,
fabricas el pensamiento,
principio y fin das al ser.
Pero yo quiero saber
si tus fuerzas las dominas,
si cuando creas y exterminas
es timón tu voluntad;
si posees libertad
o sólo a ciegas caminas.


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Enriqueta Ochoa

Vírgenes terrenales (fragmento)

Yo me miro y no soy sino una cripta en llamas.
Amo yo el horror de ser virgen, y quiero
vivir en el pavor que me dan mis cabellos
para en la noche ya retirada en mi lecho,
reptil inviolado, sentir la carne inútil
bajo el frío fulgor de tu pálida luz
¡Tú que te mueres, tú que ardes de castidad,
noche blanca de témpanos y de nieve cruel!

¡Mentira que somos frescas quiebras cantando en el agua!
Que un temblor de castidad serena nos albea la frente,
que los luceros se exprimen en los ojos
 y nos embriagan de paz.

Malherida,
borré la sombra del sexo entre los hombres
y me quedé vacía, a la intemperie.
Y no pude decir
hasta que se hizo carne en mi carne el amor
lo que era hallar la propia sombra, entregándose.

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Alfredo R. Placencia

Yo descendí hasta el alma de la noche
y en sus abismos me senté.

¿En qué se piensa
cuando en el alma
se desploma el caos?

Aquí, el “vértigo de fuego” del amor se ha tornado en un “vértigo de sombra”. Y estos poemas, bastante oscuros, son un preludio de la muerte; pero están lejos de la muerte gozosa deseada por los místicos y que surge ante la promesa de la unión definitiva con un Dios en un más allá.

El mundo es distracción, obstáculo, es una fuerza enemiga. Sin embargo, la intensidad de la pasión mística se vuelve en sí misma un gran riesgo, pues si la mirada se desvía de su dirección, jalará consigo toda esa fuerza transfiriéndola al nuevo objeto. Si es éste una criatura, casi insensiblemente el exaltado amor místico se convertirá en pasión erótica.


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Octavio Paz

Es mi creación esto que veo
la percepción es concepción
agua de pensamientos
soy la creación de lo que veo

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Hevajra Tantra

Por la pasión, el mundo queda atado. Por la pasión, también, se libera.

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El aspecto del tantra que considera sagrado el erotismo y la unión de la pareja, a la que ve como un vehículo hacia la experiencia suprema, impresionó profundamente a Paz,  quien dice en  Vislumbres de la India (1995): “El placer sexual es, en sí mismo, valioso. Para los hindúes es uno de los cuatro fines del hombre. Aparte de ser una fuerza cósmica, uno de los agentes del movimiento universal, el deseo (Kama) es un dios porque el deseo, en su forma más pura y activa, es energía sagrada: mueve a la naturaleza entera y a los hombres”.

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D.T. Suzuki 
El pasado y el futuro están los dos envueltos en este momento presente de iluminación, y este momento presente no es algo que esté quieto con todos sus contenidos, pues se mueve sin cesar.

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Octavio Paz

Juntos atravesamos
los cuatro espacios los tres tiempos
pueblos errantes de reflejos
y volvimos al día del comienzo
el presente es perpetuo


Ediciones sin nombre/CONACULTA, 2003: Ciudad de México.