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28.2.15

Poemas de Max Blecher traducidos por Joaquín Garrigós

A modo de introducción
A Marie
Palabras aves con alas de sangre
Palabras volando locas por los aposentos del corazón
Animales a veces con transparencias de cielo
Ramos de mundos astrales (cometas con cabeza de bailarina)
Flores extrañas perfumando el cerebro
Señal de sonrisa o al contrario de alegría
Apariciones y desapariciones en la oscuridad de los días
O águilas blancas aleteando sobre las montañas del sueño
Vitrinas lunares con ángeles y espadas
Con lobos ciudades buques y cabello de mujer
Palabras dibujos incomprensibles de esta escritura
Como mis manos como tus ojos cerrados.


Eternidad
Los pasos conocen nuestro abismo
El cuerpo pasea nuestro cielo
La tormenta pierde trozos de carne
Cada vez más inconcreta cada vez más débil
Hay un principio de azul
En este paisaje terrestre
Y otro vindicador
Como un dedo cortado
Lo único que ves es una mujer dando vueltas
Como un huso y copiando su delta
En el delta de las aguas.


Poema
I
Tu mirada interior lleva una barca y me la envía
cargada de terciopelo de ojos negros y diamantes
menudos de sueños y abismos ayer al anochecer
se ahorcó un ángel en un momento de felicidad
y sus alas caídas chirrían bajo tus pies en
la nieve cuántas flores cuántas ramas cuántos dedos.
II
El vestido del mar en la concha del zafiro mueves o deslizas
navío o acróbata, tú, río vertical con la diadema
del pelo azul cascada de helechos y de gritos
y de pronto un cristal se inclina, cambias tus transparencias
y eres una mujer muerta un fantasma con el vestido del mar
en la concha del zafiro, la palmera extiende el brazo y te
saluda, los buques transportan tus andares y las nubes
tu belleza hacia el crepúsculo.


En la orilla
Esto es lo que verás en el mar
Buques como cabezas de ahogados con el cigarrillo aún en la boca
Soñando y fumando navegan a Estambul
En la orilla hombres como suicidas que se han librado de la muerte
Soñando y fumando pasean al atardecer.


Materialización
Ojalá me dejara el día una piedra en una caja
Y una mariposa de oro en el cristal como una vidriera
Ojalá me dejara la noche una mano de cristales
De carámbanos de fiebre, de sueños una muñeca
Ojalá tuviera objetos con vida en el corazón
Y pensamientos de seda y recuerdos de cristal
De tus visitas querría brazaletes de sangre
El collar de una sonrisa y el anillo de un momento.

Paseo Marino
A I. Ludo
La sangre del mar circula roja por los corales
El corazón profundo del agua me zumba en los oídos
Estoy en el fondo del cielo de las olas
En el sótano de las aguas profundas
A la luz muerta del fúnebre cristal
Peces menudos como juguetes de platino
Recorren mi pelo que ondea
Peces grandes como jaurías de perros
Sorben con rapidez las aguas. Estoy solo
Levanto el brazo y compruebo su peso líquido
Pienso en una rueda dentada, en una palmera
En vano intento silbar
Es como si atravesara la masa de una melancolía
Y diríase que siempre ha sido así
A medias hermoso y a medias triste.

Poema
Tu envoltura
Como un pájaro en el nido del corazón
En ríos de sangre te bañas
Y vuelas por la punta de mis dedos
Cuando te vas
El cuerpo recobra su infinito peso
Y el paisaje abierto de par en par
Significa tu ausencia
Como si hundieras las manos en un cesto
Me sacas del océano del sueño
Y la cabeza me zumba como una caracola
Tú piedra arrojada al lago
Tú círculo de agua que te abandona
Quizá esperándote resucite
El cadáver de una palabra
Y él con su linterna ciega me paseará
Por la noche
Tu pelo será su oscuridad
Y yo me sumergeré en las sombras.



http://www.enfocarte.com/PoesiaRumana

2.11.14

Sandino Bucio Dovalí


Hoy despiertan los muertos de su letargo de luces infinitas
Hoy vienen con sus alas de estrellas y sus ojos musicales
Hoy quieren volver a sentir la materia, convertirse en piedras
Hoy danzan con el humo del copal y queman sus pies en la madera
Los muertos viven en el sonido, en el lado mental de las auroras
Los muertos dejan sus huellas en el pensamiento
son murmullos, cicatrices que florecen en el cerebro
los muertos dejan una estela de códigos en el cielo...

29.10.14

Kenneth Rexroth / Qué es un poema

Ellos dicen que esto no es un poema

El orden en el universo
Es sólo el reflejo
De la voluntad y la razón humanas.
Todo ser es contingente,
Ningún ser subsiste por sí mismo.
Todos los objetos son movidos por otros objetos.
Ningún objeto se mueve por sí mismo.
Todos los seres tienen origen en otros seres.
Ningún ser lleva en sí su propia causa.
No hay ser que sea perfecto.
El ser ignora la economía.
Los seres se multiplican
Sin una necesidad. No poseen
Principio de razón suficiente.
El único orden de la naturaleza
Es la relación armónica
De una persona con otra.
Las relaciones que abjuran de la persona
Son por esencia caóticas.
Las relaciones entre las personas
Son el modelo a través del cual vemos
En la naturaleza un sistema.
Desde Homero, todos los hombres sensibles
Nos han exhortado una y otra vez
Acerca de que el universo y
Los grandes principios y fuerzas
Que mueven el mundo, poseen armonía
Sólo como reflejos
Del coraje, la lealtad,
El amor y la honestidad de los hombres.
Dejados a su suerte, esos principios son crueles
Y completamente superfluos.
El hombre que claudica ante ellos acaba en la locura,
Mata a sus hijos, su mujer o sus amigos
Y muere sumergido en el polvo sangriento,
Habiendo destruido el trabajo
Atesorado por las manos de otros hombres.
Sólo quien es más listo que ellos logra sobrevivir
Y encuentra un hogar donde envejecer.

Kenneth Rexroth (South Bend, Indiana, 1905-Montecito, California, 1982), La señal de todas las cosas. Antología poética. Selección, traducción, notas y comentarios de Marcelo Pellegrini y Armando Roa Vial. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2004

En: http://campodemaniobras.blogspot.mx

Alda Merini / I poeti lavorano di notte


I poeti lavorano di notte 

I poeti lavorano di notte
quando il tempo non urge su di loro,  
quando tace il rumore della folla
e termina il linciaggio delle ore. 

I poeti lavorano nel buio
come falchi notturni od usignoli
dal dolcissimo canto
e temono di offendere Iddio. 

Ma i poeti, nel loro silenzio
fanno ben più rumore
di una dorata cupola di stelle.


Los poetas trabajan de noche

Los poetas trabajan de noche
cuando no tienen el tiempo encima,
cuando calla el ruido de la gente
y termina el linchamiento de las horas.

Los poetas trabajan en lo oscuro,
halcones nocturnos, ruiseñores
de dulcísimo canto,
y temen ofender a Dios.

Pero en su silencio los poetas
hacen mucho más ruido
que una dorada cúpula de estrellas.

Alda Merini (Milán, 1931 – 2009), Destinati a morire, Lalli Editore, Poggibonsi, 1980, en Alda Merini
Versión de J. Aulicino dedicada a Irene Gruss

En: http://campodemaniobras.blogspot.mx/

14.9.14

Luis Barbieri


La puerta
Duermo mirándonos
el árbol de la noche
su cisura en el rostro
la puerta contenida
con papeles de ojos quebrados.
No
no temo a los abismos
esa floración oscura en lo alto.
Amo las copas
saciadas de cielo
sobre los árboles
no habita la muerte.
No sobrevive.
Duerme en un antiguo ángel
que viene a mirar mi hálito
cómo mí enemigo huye por debajo del barro.
de la noche.
delante
veredas de aguas
las casas al fondo
la señales detrás del espejo
te ven venir extendida.
cómo se exhala en la flauta
batida al sol
perennes de viajes
la roca al viento
escurren manantiales dormidos
debajo de la puerta
entre los maléolos
un rio
que estila noches en la luz.
Y a ti
el soplo
escondido detrás del tiempo
delante de imágenes blancas
en un sueños mirando la puerta.



Telégrafo de hojalata

A: León Renatto y 
Abigaíl Catalina 



La memoria que amo es un silbido a medio desierto 
asume esa forma de lluvia de tu cuerpo. 
Se anuda en la media luz del muro
en papeles entintados de piedras. 
Cruza a través del ángel 
que pasa silbando por mi calle.
Ilumina veladuras en contra de la noche 
de voces deste niño que reaparece 
por la esquina de mi telégrafo 
debajo de un hilo secreto deste valle. 


Esto que ahora nos viaja
es un sueño que nos ve por un espejo 
mientras yo ocurro por aquí de sol
se forma de vida el patio perdido.


La lluvia tuya dice misterios 
un vaho de objetos 
que están en otro lugar conmigo 


He visto abrir sueños de viaje 
de los ojos del árbol.
Hacia afuera 
hacia la espera 
se mueven las sombras en la carretera.
Vino una partida intima de luces 
la noche a sentarse junto al camino 
contra la imagen difusa de la ventana. 
Trae su curva eterna y elíptica del fuego.


Deste cielo se descuelgan tus ojos.
Sale la frontera de un mundo detenido 
todo por aquí va encalma herido de sal.


Me adiestré al viaje 
echado a fondo 
a mi peligro
a oír despoblado de montes 
a orinar las luces 
el arco de la noche 
la leche derramada en soledad.
El destello al norte 
la boca de piedra arriba. 
Al largo
su hocico al sol desperdigado 
reflota la punta de sal y arena del icebergs 
con mantos de cueros resecos de palabras.


El sol abre su boca al río 
huele la quietud del chañar.


Traduzco huellas de caminos 
se abren a sí mismo en los ojos.
El borde de arena que mira
el agua que pasa 
un viejo automóvil 
el pies de los niños 
transparentes el frío
la junta de ríos
en el maizal 
veo pasar 
inmutable la muerte.
La madera de hojas abiertas 
en vetas inhóspita del sur
un temporal de tierra en los sueños
surgen del árbol: sillas, mesa 
la cama en el filo del acero.
Llevan mordeduras en los brazos 
señales terrosas en la boca de sol.


Sin sombras
su ojo seco sobre la puerta se agita 
en un pozo de estrellas insondables y sin nombres. 
Creo descender de un diminuto sueño 
que camina desnudo sobre su ojo


Mi pueblado es una manchita tibia del día
hecha callejón con banderitas de papel 
sobre el vientre coloreado de tu arcilla.
Viene recortada a imagen de tu cintura 
tatuada su carne de montes con mi voz.
Vicuña se aparece morena deste cielo 
baja cerros con la forma de tu pezón 
abre su lienzo húmedo y primitivo 
del agua transversal que cae a nuestro mar.


No sé qué me duele 
cuando extiendes las sabanas 
sobre el suave silencio donde deshaces tú trenza.


Hay unos cielos de piedras vacías de lluvias.
verdes telaraña en el piemonte de Elqui. 
Se edifican anónimas plazas 
Iluminan con ruegos a esperma Virgen. 
Con dioses de tambor se hacen 
así mismo inmigrante sin poder ni sexo. 
En el surtidor de sus muros 
los barros se cubren con ojos de botellas 
imágenes secas en altares estirados al sol.


Los hombres van ajenos 
mientras giran el valle
en sus diminutos patios de tierra sin puertas 


Mi padre perdido 
se nos aparece en estos días sin rostro.
Él se instruye la memoria. 
A secarse de siempre
la raíz de los ojos 
desatar sus nudos 
en un cuarto oscuro de años. 


No sé porque salta 
hacia el callejón secreto que nos imaginó la lluvia 
en la boca sur de la niñez.
Un quiltro se viene hasta mí
porta en la frente un olvido en un ojo 
de su pequeña infancia en la nuestra.
Retraído inverna sus miradas en la hornilla
manchado de noches echa su sueño 
en un corazón de los niños .


Un hualle al frío desarma su cuerpo 
se crepita contra las manos con diminutos fuegos.


Reconozco a quienes revolotean 
palmeras en la rivera de la noche. 
Al otro lado el espejo de la memoria
sonidos desaguado en el vaso
se echan sobre los ojos lejanos
menudos días recubiertos de azul. 


Aún están los ojos del árbol
ocultos entre las hojas 
esperan el silbido secreto de la infancia. 
La divisamos y no nos reconoce
ni sabe que aquí vamos pisando la muerte 
que van niños corazón de hilo
a través del tinte torcido del valle. 


Silenciosamente de arena 
es la época con cercos de sol 


A su hora 
me abriga 
como a muerto en la arenisca.
Su dedo dibuja un pez 
en otra vida
me sumerge 
en un trozo de agua 
para vivir 
entreteje 
la palabra en el vino.
Indestructible sustituye caminos 
cubre ese mar que nos hablar 
que viene extendido en los sueños. 


El día se rehízo de su fuego 
alrededor del árbol 
la siesta con la madera apilada 
la cabra al sol mordisca la voz
en la puertas calaminada
que ahora cruza por el frente 
entristecen con el perro
con este desierto 
que posee otro desierto
escondido bajo el sol.


Nuestros animales vienen de paso 
viajan zigzagueando ladridos 
dibujados sobre la arena. 


Detrás de un trozo de esos días 
reina hasta aquí el patio de voces 
en las cajitas de piedras el pacto
de los hijos en la madera.
En los reflejos de un mar escondido 
camina la garza en el fondo de un pozo.


Después encontré sus manos 
sobre la calamina de la puerta 
sobre el mismo óxido 
de pequeñas palabras que hicimos en las tardes 
detrás de un N° de piedras empañadas 


Debajo del matorral vive un retazo de la Cruz del Sur
la abuela las bisabuelas mis nonas 
el pan manso con ojos de esperanza. 
Oí una canción de aquellas a la puerta 
comen un evangelio amanecido de lluvias 
visten hacia abajo manos de carbón
y escobas en brotes de mimbres. 
Con viejas varillas señalan círculos en la tierra
con marcas de óleo 
sobre mi entrada 
y a luz del brasero nos cantan
solitarias descascaran del patio perdido
marcas de aguas cicatrizadas
tejas marginadas bajo el parrón. 


Ellas mueven mi puerta 
la mariposa que cruza la tarde
el manojo reseco de la yerba agridulce
un Rio Viejo ladra sinuoso al sol.
Las iletradas en procesión aún vienen
vestidas a diario con el percal
con sus mismos ojos a oscuras de chonchón 
por la cinta resonante de luz en la hojalata. 


Y tú en el ojo
Vi tocar la piedra


Entre las ruinas de mi inteligencia, por Juan Forn

Jaime Gil de Biedma

La Compañía General de Tabacos de las Filipinas fue la última gran empresa colonial hispánica y la primera multinacional española. Su secretario, entre 1950 y 1990, fue un homosexual alcohólico, sifilítico y fugazmente comunista que, además, fue el mejor poeta de su época. Se llamaba Jaime Gil de Biedma. Sólo escribió 87 poemas en toda su vida y en breve voy a contarles cómo los escribió. Pero no fue por esos poemas que nunca lo echaron de la Compañía, sino porque cada mañana de esos cuarenta años se presentó en la oficina a trabajar impecable como un señorito inglés, aunque viniera de encanallarse toda la noche por los bajos fondos de Manila, Barcelona, Hong Kong, Nueva York o Moscú.
Cuando Jaime Gil de Biedma nació le pusieron el nombre del hermanito mayor, que acababa de morir. Cuando le confesó a su profesor preferido en la secundaria que estaba enamorado de un muchacho de su curso, el profesor le recomendó escribir versos para purgarse (“Empieza por los sonetos, que son los más jodidos”). Cuando intentó ingresar en una célula comunista clandestina de Barcelona, fundamentó así su ideología: “Nuestra obligación contra el régimen y contra esta España opresiva y gris es la felicidad”. Logró sortear el suicidio, a los treinta años, escribiendo un poema titulado “Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma”, donde habla póstumamente de sí mismo (“De los dos eras tú quien mejor escribía. / Aunque acaso fui yo quien te enseñó / a vengarte de mis sueños / por cobardía, corrompiéndolos”) y después dejó de escribir, aunque vivió otros treinta años, fiel hasta el final a su personaje: lo único que le importaba, cuando estaba agonizando de sida en 1990, era no morirse antes que su madre, para que ella no se enterara por los diarios de que su hijo era homosexual. La anciana dama de noventa años era la única que no lo sabía en toda Barcelona.
Era, también, la única que no se sabía de memoria alguno de sus poemas, porque ése fue el raro privilegio que tuvo Gil de Biedma, cuando ya no escribía más: ver cómo sus versos se colaban en el habla cotidiana de su tiempo. El lo tomaba como una consecuencia natural, decía que todo lo que suena bien se fija en algún lugar de nuestra memoria, que la poesía es esencialmente oído, aunque parezca asunto de emoción o inteligencia. “El poema es un organismo acústico. Hay que leerlo de corrido, no deteniéndose línea por línea. Y, en lo posible, en voz alta. Hasta que se inventó la imprenta, la sensibilidad literaria era auditiva: uno entendía mejor si leía en voz alta que si leía en silencio. Y en poesía sigue siendo así. Cuando lees un poema, lo que importa no es entenderlo; lo que importa es que te guste. Si te gusta, ya entenderás cada cosa que haya que comprender en él. En un buen poema no se puede distinguir entre emoción e inteligencia”.
Su manera de escribir era fiel a esta convicción: componía sus versos mentalmente; cuando creía haber redondeado una estrofa se sentaba a escribirla de un tirón; después tiraba el papel y durante días iba recomponiendo la estrofa en su cabeza, “contando con que el olvido me ayude a eliminar lo que sobra”, hasta que se sentaba a escribir lo que conservaba su memoria. Y así estrofa por estrofa, todas las veces que fuesen necesarias. Ese proceso mental de pulido del poema tenía lugar mientras él se dedicaba a “las tareas mundanas normales” como afeitarse, manejar el auto, trabajar, pasar por el supermercado a reponer la provisión de vodka o ir y venir en avión a las Filipinas (cuarenta y siete horas, en los buenos tiempos: Barcelona-Roma-Tel Aviv-Teherán-Calcuta-Karachi-Saigón-Bangkok-Manila). Gil de Biedma sostuvo siempre que la poesía es una actividad eminentemente gratuita (“Nadie te lo paga, nadie te lo pide, nadie te lo cobra. Tu única obligación es evitar que el lector te haga la terrible pregunta: ¿Para qué coño has escrito esto?”), que el poeta no tiene más sensibilidad que el resto de los mortales, sólo aprende a tenerla disponible, y que escribir y leer un poema son dos actividades que nada tienen que ver una con otra (“Poesía es lo que el lector experimenta leyendo el poema, no lo que le ocurre al poeta mientras escribe. Todo lo que hay en la lectura de un poema no existe al escribirlo”).
Todas estas cosas las dijo en conversaciones, cuando ya no escribía y no sabía en dónde acomodar su mente brillante, y por suerte alguien tuvo la idea de reunir todas esas conversaciones en libro, un libro no muy grueso, que por esas casualidades de la vida tiene la misma cantidad de páginas que su obra poética completa, como si fuera su reflejo, su hermano gemelo. Cuando le preguntan, en ese libro, por qué no escribe más (y se lo preguntaron infinidad de veces en sus últimos veinte años de vida), contesta que la poesía lo había salvado del suicidio, pero no sirvió para salvarlo de la temida mediana edad, de la madurez. “Cuando uno es joven y empieza a escribir poesía, se pone cachondo con las palabras y está convencido de que lo que le está pasando no le pasa a nadie más en el mundo. Lo que sucede en realidad es que de joven te interesa lo que te parece único en ti, lo que te diferencia. En cambio, con el tiempo cada vez te vas interesando más en lo que tienes de genérico, en lo que tienes de común con los demás. Con el tiempo descubres que lo que te ha pasado a ti es lo que le ha pasado a todo el mundo. Y te preguntas: ¿por qué escribir? Si lo normal es leer”.
En ese libro dice que, si hubiera venido al mundo con los mismos defectos pero con menos cualidades, habría funcionado mucho mejor. En ese libro cuenta que el hombre al que más amó lo dejó por una mujer y que la única mujer que pudo amar lo dejó por un hombre. En ese libro dice que le gustaría ser recordado como el último poeta que montó regularmente a caballo y cuenta que cuando, ya cuarentón, le confesó a su padre que era homosexual, éste contestó: “Me haces desgraciado”. ¿Por ser maricón?, preguntó el hijo. “No, porque yo he dicho siempre la verdad y desde ahora estaré obligado a mentir por ti”, contestó el padre, y eso hizo, durante los veinte años siguientes, cada vez que su esposa se preguntaba en voz alta cuándo sentaría cabeza su Jaimito y se casara de una vez.
El niño Jaime logró sobrevivir unos días a la muerte de su madre y así ahorrarle un último disgusto. Aunque yo creo que a la anciana dama le habría gustado ver ese contingente de monjitas filipinas que se presentó espontáneamente al entierro de su hijo. Todo secretario de la Compañía de Tabacos era, a la vez, cónsul honorario de ese país en Barcelona; las monjitas cumplían un mero papel protocolar en el cementerio y se retiraron en silencio luego de que se leyera un poema del difunto que fue la única oración fúnebre de la ceremonia y su perfecto epitafio: “En un viejo país ineficiente, / algo así como España entre dos guerras, / en un pueblo junto al mar, / poseer una casa y poca hacienda / y memoria ninguna. / Y no leer, / no sufrir, no escribir, / no pagar cuentas, / vivir como un noble arruinado / entre las ruinas de mi inteligencia”.

23.8.14

Galaktion Tabidze

Snow

I am vicious with love for the indigo snow
Untouched, as it blankets the river.
My mad love will undergo every woe,
Every wet frigid grief will endure.
My darling, my soul is a bottle of snow:
I grow old, and the days faster flee.
I have traveled my homeland only to know
It when it was a velvet blue sea.
But I am not troubled. I am winter’s kin
And this is the life that I know,
Yet I will remember forever the skin
Of your pale hands embedded in snow.
My darling, I still can envision your fingers,
In a garland of snow, humbly bent:
A glimse of your scarf in the blue desert lingers
Disappears, and then glimmers again.
And thus my mad love for the indigo snow
Untouched, as it blankets the river,
It drifts as the grieving winds pivot and flow,
It coats every broken blue flower.
The snow comes! A bright day arrives with its tiding.
I’m covered with tired blue dreams.
Somehow either winter or I must keep striving.
Somehow I or the wind must remain.
Here is a gentle game. Here is a road…
All alone, all alone you traverse it.
But I love the snow, just as I once loved
The sorrow your voice kept so secret.
It called to me then, it was so potent then:
The placid days, crystal and fair.
Your hair rushing ‘round in the scattering wind
And leaves from the field in your hair.
I pine for you now. How I wish you were mine!
I’m a vagrant who longs for his home.
Now my only companion’s a copse of white pine.
I must face myself once more, alone.
The snow comes! A bright day arrives with its tiding,
I’m covered with tired blue thoughts.
Somehow either winter or I must keep striving!
Somehow I or the wind must pick up!



My Heart’s the Black Sea 

I was travelling, night approaching,
The sea showed me its gardens.
—Shota Rustaveli


My heart’s the Black Sea leaning on
and beating on Adjaran slopes.
The furious storms I’ve undergone:
let them miss your placid boats.

And though the others cannot tell,
Your pine and fir will understand
that I’m not carved from mud or shale,
but made of doubt and faith: a man.

As such, I’ll suffer what may come:
Thirst, thunderstorm or freezing rain,
As long as, with the rising dawn
one hope has light enough to shine.

I’ll suffer every obstacle —
each prison cell, each bitter slight,
As long as I can still see well
enough to know my country’s plight.

The darkest taste of loneliness,
the saddest unbefriended state:
I’ll suffer all, as long as I
can see my country’s shining light.



I can’t even tell the indigenous trees.
Winter has covered the footpath’s last mile…
“It’s been a while?” I call to the breeze,
and the forest responds: it’s been a while…

Moss coats cliffs, rock-faces, lees.
Eons have passed since this moaning began.
“Is it Amiran?*” I call to the breeze,
and the forest responds: it is Amiran…

His groaning, grown sharp, poisons my days.
Once again his heart and my heart are one.
“But he’s gone?” I call to the breeze,
and the forest responds: he is gone…

The Terg river rushes, singing its din
The sun begins setting. Night is far, yet.
Colors proliferate, then start to blend:
A thicket of ruby, of cobalt and scarlet…

Qazbegi’s summit is covered in clouds,
and the sky is crowded with cherries. Enough!
Baskets of petals pour out of the skies,
Then fear tolls from the Darial bluffs.

Fate tore us apart after only one meeting,
Silent and fleeting — in the midst of chaos.
Now Terg, takes these memories inflaming my heart
And let them depart in your shadowy course.

Moss coats cliffs, rock-faces, lees.
Eons have passed since this moaning began.
“Is it Amiran?” I call to the breeze,
and the forest responds: it is Amiran…

* NB -- Amiran (or Amirani) is a hero of Georgian myth similar to Prometheus. He was chained underneath a mountain for defying the Gods. Tergi and Qazbegi are a famous river and mountain, respectively.



http://galaktiontabidze.blogspot.mx/

25.7.12

Susana Thénon

‎: "Ahora conoces lo que silba la sangre/ de noche/ como la oscura serpiente extraviada" 


compartido por Daniela Camacho



Robert Demachy

5.7.12

Palabra por palabra/Saúl Ibargoyen

Claro que nosotros padecimos más de uno de los ismos citados. No hubo maestros, y si los hubo, fueron mal imitados. Aprendimos del error. Estuvimos en él lo bastante como para intentar equivocarnos, y saberlo. El oficio de la palabra poética es más inestabilidad que equilibrio. Salimos a la poesía como a la vida de cada día. 


Una brizna de hierba

Toda mi sabiduría
puede navegar limpidamente
en una gota de lluvia
y todos mis poemas pueden acumularse
en una sola
brizna de hierba.
Pero mi voz
no es una canción sin sentido
y mis manos no edifican 
templos ni ciudades
con la arcilla destinada al alfarero
y mis ojos no le quitan
el color a la rosa
para entregarlo vanamente
al deseo.
Mi boca recoge leyendas y horizontes
en el cansancio en el polvo del otoño
y nombra las cosas
que esperan un nombre
con el destino sonoro
de la sangre y la sonrisa.
Mi vida es pequeña
como el primer recuerdo de un niño:
nunca se apresura en la tormenta
pero siempre llega un poco
más allá
de mi sombra.


Biografía

Yo he contemplado
el esfuerzo de la hormiga
como un músculo de luz
sobre la tierra
y he escuchado
al pie de los trigales
una voz cercana
que mueve los guijarros
y he gritado mi nombre
hasta hundirlo como una canción
en el tibio costado de los pájaros
y he arrojado mi destino
como un ángel de sangre
entre la hierba
y rompiendo mi piel
he salido a hurgar en las auroras
estas sílabas dispersas
y esta humildad de lluvia.




Las cosas

Del sol de la sombra
surgieron las cosas.
Las cosas definidas
con su número de gestos
su cantidad de rutina
su inventario de formas.
Surgieron las cosas
desprendiéndose del llanto
viniendo sin impulso
acercando su límite
su proporción
su seca materia.
Del sol de la sombra
de zonas agotadas
de labios de arena
surgieron las cosas.
Altas insaciables desoladas
en el extremo ardiente
en el temblor del sueño
vinieron las cosas.
Encontraron las vastas regiones
que el hombre engendró para el olvido
llegaron a la tierra
con sus lenguas despiadadas
con su piel de fiebre
con el suceder de sus escamas negras.
Bajaron las cosas descendieron
del sol de los años
y ahora en mi mano
una mano
son signos absorbiendo
mi aliento y mi sombra.


Retrato

No soy optimista.
He crecido de golpe
subiendo a saltos
los peldaños del alma.
No soy demasiado alegre
ni demasiado expansivo.
Todavía no tengo pasado:
hablo con los demás
camino por los parques
escribo de veinte maneras distintas
me gusta el futbol
leo los diarios
visito a los amigos
comento algunos libros
vigilo mis pasiones
termino mi trabajo.
Soy sencillo
tengo determinados años
y es claro
sombras y errores
culpas que me duran meses.
No quiero tener razón
ni saber si estos versos 
son cortos o largos
ni tampoco en verdad
tejer un laurel
o hacer mi retrato:
soy tan parecido a todos
tan igual a lo que canto.
Por eso no importa que me olviden
que sepan tan sólo de mi cara
de mi sobrenombre o de mis años.
Debo decir algo todavía
con cierto sabor testamentario:
nada estará por debajo de mis actos
y yo no daré nunca las espaldas
a la última cosa que pueda caber
en mis palabras.


Introducción al canto

Tu lengua es un espejo hijo mío
en tus ojos hay sonidos
hay luces en todo tu cuerpo.
Quieres cantar quieres aprender
las voces del mundo:
los ruidos del metal y la madera
la experiencia del agua
moviendo la arena
la actitud del viento
que inflama sus grandes pulmones azules:
tu lengua es un espejo.
Quieres saber por qué la hormiga canta
por qué cada árbol tiene
un perfume sonoro
entre sus venas verdes
p'or qué cada semilla
cuando va hiriendo la tierra también canta.
Tienes razón
tu lengua es un espejo:
donde hay una cosa oscura
una piedra tal vez un deseo un dolor
un largo sueño
yo abro así mi voz para escuchar
lo que no sabes
lo que siempre y por siempre
me enseñas.


Palabra sola

Es Saúl tu hijo
el que habla
el que ahora ve esa línea
que tan recta de lejos
nos parece.
Mi mano no es la mano
del niño que escribía
aquellas frases con su cuota
de banderas y colinas.
Ni mi boca es la boca 
que inventaba
fórmulas extrañas
donde acostar los sueños.
Mi boca padre
es solamente un par 
de duros y oprimidos
labios que piensan.
El momento es éste
de saber
dónde está
el sol antiguo de las cosas
el sol profundo el mismo
de las tardes y los años
el calor dorado que no siempre
poníamos en todo.
Pienso que hablamos muy poco
que debí retener 
por más tiempo tu mano
que gritaste hacia la noche
y que estabas solo.
Pienso que no supe tener 
mi corazón atento
que no he sido lo bastante ágil
para buscarte alcanzarte detenerte.
Que podría decirte ahora
si estuvieras levantando tu guitarra
ese árbol claro
sostenido con silencios
con pájaros que esperan
tus mágicas señales.
Pienso 
que para qué seguir pensando
que es la hora
de la fruta
no del llanto
la hora de empezar
el trabajo con tu barro
no del llanto.
Pienso
que es la hora sencilla
del alma o de la carne
que viene vestida
con tu único traje.
La hora padre
es que no sé
cómo estar triste
porque nunca antes
te hablé de esta manera.


Plaza Zabala

No te puede interesar
que así me acerque
que aborde velozmente
tu silencio descuidado
que haga en tus esquinas
recuento de mis fuerzas
para así distribuirlas
entre tanto cansancio.
Es tu nombre una altura de bronce
una sosegada alarma de pájaros
que el amor y el olvido cruzan
como el jadeante llamado de los barcos.
Mi placer está en que me recibas
como si nadie más te descubriera
o pasara a tu lado.
Llego a tus orillas de piedra manchada
cuando la tarde se oxida lentamente
sobre el ancho río cercano.
No exagero al conferirte
categoría de isla
con tu gruesa arena rosada
las extrañas palmeras
llegando de otro sueño
las palomas rumorosas y sensuales
los niños cubriéndose con trozos de sol
y los hombres y mujeres que te buscan
y se aman.
Pese a mi dulzura
siempre entro en ti casi brutalmente
temiendo romper el límite de rejas
que te preserva pura y solitaria.
Tu nombre fue traído a través de muchos años
lo que te hace más ágil que tú misma
más joven que tu historia.
No veo en otra parte
la razón de tu misterio
de tu imposible interés por mi presencia.
Y de ahí también por qué me acerco
a entregarte mi cansancio
y a beberme tu cada vez más íntimo
silencio descuidado.


Toda la tristeza

Qué habrá debajo del cemento
del hierro corrompido 
del asfalto.
Tal vez allí se acumulan 
las sombras de tristes mujeres
de adolescentes con ojos
febriles en los dedos
de funcionarios recibiendo
en un pergamino su epitafio
de accionistas que depositan
los besos en un banco
de pedazos de papel
clavados al suelo
por inseguros incontables pasos
de hombres que llevan la corbata
como un nervio marchito 
saliendo de la piel.
todo lo triste
todo lo enfermo
todo lo que oprime
y limita los sueños.
Hasta la brillante asunción
de los oscuros
y el martillo incansable
de los solos
de los labios desteñidos
que no fueron más allá de otra boca
y las huellas de animales
que tiende la noche por las calles
y los libros en blanco
y los discursos graves
y las grandes heridas que jamás equivocan
su lugar en el cuerpo.
Y aun las flores de destinos diferentes
y los cielos innumerables
desplomando sus aguas abiertas
y los barcos qu asustan
a los peces pequeños
y la actitud displicente
indicando que alguien muere
y los relojes destruyendo
el instante del amor
y las gargantas cegadas
como túneles de sangre
y todo lo enfermo
y toda la tristeza
que el hombre empuja
inútilmente
hacia el mar.


Límite

(...)
Yo estaba cansado
durando en lo terrible.
Porque durar durar durar
es motivo final
de toda causa.


Viaje a Manga
A veces desliza el otoño
su espada amarilla
en los caminos del suburbio
y vuelve propicio mi retorno
entre hojas temblando desprendidas.
El limpio sol acepta
que la gran casa
se yerga incambiada
que delante de mi voz
la puerta se abra
que un perro con su nombre
se alegre entre mis pasos.
Para arribar a mi escondido
territorio de naranjas
a la tarde soltando
sus claros jazmines
me basta amar en mis oídos
el canto conocido 
que traen nuevos pájaros.
Los hierros paralelos
que queman la hierba
son la doble frontera
la más próxima y lejana
que sostiene mi infancia.
Esperando el tren
y su fuego nocturno
pare mire escuche
era la consigna.
Después solíamos hacer
un complicado cálculo
con luciérnagas y estrellas.
Más tarde
en medio del regreso
acechaba el perfume
de los altos eucaliptos susurrantes
y los pájaros maduraban las canciones
que recuerdo ahora
sorprendidas
mientras recoge el otoño
su espada amarilla.


Advenimiento

Viniste
no sé cómo has llegado.
En hombros te trajeron
tu agilidad dormía
como el vientre de las piedras.
A tu llegada
no asistieron los sueños
no se molestaron 
los sabios
no se incomodaron
los necios.
Los hombres del mundo
estaban ocupados
pero tranquilos:
destruyéndose.
Llegaste sin luces
sin himnos
sin coronas
sin frutos salvajes
cayendo de los labios.
Sólo una sonrisa llegó
por aire o por recuerdo
adelantada.
Alguien pudo recibirte
abriendo las manos
y colocando en ellas
el reconstruido signo
de la ausencia.
Pero quién pudo reconocerte
si eras la fuerza
si venías de los ruidos incansables
de la sangre
si el silencio del mar
te perseguía
si el sabor de las palabras
era barro
si naciste al llegar
como un pájaro
que en la noche sigue
escuchando su canto.
Llegaste al fin
porque nunca he sabido esperarte.
(La soledad se aprende
estando solo
como se aprende la muerte
estando en vida.)
Llegaste
y esto es suficiente.
Quizá como la lluvia
que moja la cara
y cae a la tierra
que sólo por eso
en otra tierra 
de carne de grito y de fuego
se ve convertida.


Soledad propia

Quiero decirte hijo mío
que algún día estarás solo
de un modo inesperado
como esos movimientos
que vibrando recorren 
los cuerpos dormidos.
No será la soledad
que presientes en la sombra
o cuando dices un nombre
y todos sin escuchar te miran o callan.
Tampoco la soledad
mencionada en los libros
o la que hace el viento
cayendo entre las hojas
ni siquiera la tristeza
que fielmente prepara tus recuerdos
ni siquiera el camino
que con el canto sale de tu boca.
Estarás solo rodeado
de un difícil alimento
podrás ver que los hechos
aun distintos se repiten 
los gestos de la luna
los pétalos muriendo
los sonidos y el silencio
que tu corazón devora.
Serás el dueño de un idioma extraño
que aprenderás muy lentamente.
Actuará sobre tus ojos el misterio
en tu memoria encontrarás
todas las cosas
que así transcurrirán
mientras tu te quedas.
También el tiempo pasará a tu lado
llevándose apenas lo que obtenga.
Será como empezar
desde las raíces destruidas
será como respirar
aplazando a cada instante la muerte
será como entrar en la piel que te espera
y en la carne
de las que fuiste arrojado
a la tierra
a todo el amor
y al olvido.


Carta a propósito del mundo

(...)
Debes cuidar de todo eso
regresa a tu breve camino
de risas de gritos de flores de llantos
y verás cómo tu perro de lana
todavía se encuentra nuevo e intacto.
Descubre después las raíces
que nadie imagina debajo de las piedras
cuenta los pasos que dan los caracoles
y el silencio de los grillos
por la noche.
Defiende las pequeñas semillas
que puse en tu mano
y protege la luz:
que no se pierdan los colores
y por favor no olvides 
recoger las plumas de los pájaros.
Pero apúrate hijo mío apúrate.
Ahora no puedo explicarte
todo es tan difícil
y oscuro.


Regreso en septiembre

Ahora es septiembre padre
como hace dos años.
Las cosas han cambiado

han cambiado tanto.
Muchas lluvias se extinguieron

en el aire
mucho polvo ha sido
desde entonces barro.
Y tú regresas nuevamente
hacia mi sangre.
Es éste un viaje
de momentos y sombras
de recuerdos y dolor
cayendo entre nosotros.
Tu silencio y mi voz
se reconocen
deciden golpear cerradas puertas
y pueden olvidar 
lo tuyo que nos falta
las destrucciones que sirven 
en favor de tu ausencia.
Fuiste despojado
perdiste lo accesorio
y tu sistema de callar
de hacer sonrisas y miradas sencillas
es lo que ahora en septiembre
te regresa
como de un nacimiento o una leyenda.
Recién comprendo
cuál fue tu trabajo:
silencio me diste
para que yo al nombrarte
también las palabras calladas
y el tiempo vencido nombrara.
Vida me diste
para que otra vida
más fuerte y más pura 
mis manos crearan.
Es pesada tu herencia
pues no tenías nada.
Vienes conmigo 
y conmigo regresas
a traerme noticias de tu esperanza:
aquí está el camino
en este largo septiembre
que para mí dejaste:
del agua al vino
del vino a la sangre.


La luz

Cómo gozar de la luz
de ese brillante sabor del mundo
que nuestros ojos interceptan
de ese purísimo fuego contenido
en las diminutas órbitas
del polvo
de ese fruto inasible
y sorprendente
que permite navegar en la curva
del tiempo
infinitos nacimientos
incontables ciclos de clausura
la muerte.
Cómo gozar de la luz
cómo poseerla
para que así nos vuelva
a la situación de espuma temblorosa
a la condición de origen de fermento
de barro transitado y primigenio.
Y cómo utilizar el sabor de su realidad interminable
para que así nos vuelva
nos regrese
al afán definitivo
a este ambiguo antecedente de los dioses
a esta encarnación confusa
de sí mismo
que no podrá 
ni por hambre
ni por culpa
ni por dolor
quitar un solo día
su sombra de la tierra.


Ars poética 1966

(...)
- debemos borrar tantas palabras y morder
la raíz de cada sueño
y lograr el perfume
no la rosa
y repudiar las llamas y alcanzar el fuego.
-para quien toda lucha
es siempre un signo
una vibrante señal de advenimiento
un gesto de astronauta sostenido
en las sombras finales
que a la tierra llaman
-para quien crece de pie
entre los suyos
que aun no comprenden
el exacto por qué de su estatura
-para quien abre territorios
con su grito
y queda en el silencio
postergado
-para quien lleva distancia
en la mirada
y la extiende en caminos
y se aparta
-para quien designa banderas tomando
los poderes del aire
o del recuerdo
-para quien en su lecho se abandona
a todos los misterios
-para quien sabe con dolor
desprenderse de lo humano
y pierde su condición
y su fiebre enrarecida
y su vieja sustancia
y deja de temer
porque así nace
-para quien desciende 
en lo terrible de la carne
donde su eterno rostro 
está multiplicándose
-para quien sólo aprende
a desnudar su terco hueso
y no canta
y no puede esperar
porque la muerte
porque el hambre
porque el amor y la bomba total
y muchas cosas
-para quienes ya no creen 
en las palabras
debemos borrar toda palabra.



AXEL Editorial, 1979: Ciudad de México.