5.7.12

Palabra por palabra/Saúl Ibargoyen

Claro que nosotros padecimos más de uno de los ismos citados. No hubo maestros, y si los hubo, fueron mal imitados. Aprendimos del error. Estuvimos en él lo bastante como para intentar equivocarnos, y saberlo. El oficio de la palabra poética es más inestabilidad que equilibrio. Salimos a la poesía como a la vida de cada día. 


Una brizna de hierba

Toda mi sabiduría
puede navegar limpidamente
en una gota de lluvia
y todos mis poemas pueden acumularse
en una sola
brizna de hierba.
Pero mi voz
no es una canción sin sentido
y mis manos no edifican 
templos ni ciudades
con la arcilla destinada al alfarero
y mis ojos no le quitan
el color a la rosa
para entregarlo vanamente
al deseo.
Mi boca recoge leyendas y horizontes
en el cansancio en el polvo del otoño
y nombra las cosas
que esperan un nombre
con el destino sonoro
de la sangre y la sonrisa.
Mi vida es pequeña
como el primer recuerdo de un niño:
nunca se apresura en la tormenta
pero siempre llega un poco
más allá
de mi sombra.


Biografía

Yo he contemplado
el esfuerzo de la hormiga
como un músculo de luz
sobre la tierra
y he escuchado
al pie de los trigales
una voz cercana
que mueve los guijarros
y he gritado mi nombre
hasta hundirlo como una canción
en el tibio costado de los pájaros
y he arrojado mi destino
como un ángel de sangre
entre la hierba
y rompiendo mi piel
he salido a hurgar en las auroras
estas sílabas dispersas
y esta humildad de lluvia.




Las cosas

Del sol de la sombra
surgieron las cosas.
Las cosas definidas
con su número de gestos
su cantidad de rutina
su inventario de formas.
Surgieron las cosas
desprendiéndose del llanto
viniendo sin impulso
acercando su límite
su proporción
su seca materia.
Del sol de la sombra
de zonas agotadas
de labios de arena
surgieron las cosas.
Altas insaciables desoladas
en el extremo ardiente
en el temblor del sueño
vinieron las cosas.
Encontraron las vastas regiones
que el hombre engendró para el olvido
llegaron a la tierra
con sus lenguas despiadadas
con su piel de fiebre
con el suceder de sus escamas negras.
Bajaron las cosas descendieron
del sol de los años
y ahora en mi mano
una mano
son signos absorbiendo
mi aliento y mi sombra.


Retrato

No soy optimista.
He crecido de golpe
subiendo a saltos
los peldaños del alma.
No soy demasiado alegre
ni demasiado expansivo.
Todavía no tengo pasado:
hablo con los demás
camino por los parques
escribo de veinte maneras distintas
me gusta el futbol
leo los diarios
visito a los amigos
comento algunos libros
vigilo mis pasiones
termino mi trabajo.
Soy sencillo
tengo determinados años
y es claro
sombras y errores
culpas que me duran meses.
No quiero tener razón
ni saber si estos versos 
son cortos o largos
ni tampoco en verdad
tejer un laurel
o hacer mi retrato:
soy tan parecido a todos
tan igual a lo que canto.
Por eso no importa que me olviden
que sepan tan sólo de mi cara
de mi sobrenombre o de mis años.
Debo decir algo todavía
con cierto sabor testamentario:
nada estará por debajo de mis actos
y yo no daré nunca las espaldas
a la última cosa que pueda caber
en mis palabras.


Introducción al canto

Tu lengua es un espejo hijo mío
en tus ojos hay sonidos
hay luces en todo tu cuerpo.
Quieres cantar quieres aprender
las voces del mundo:
los ruidos del metal y la madera
la experiencia del agua
moviendo la arena
la actitud del viento
que inflama sus grandes pulmones azules:
tu lengua es un espejo.
Quieres saber por qué la hormiga canta
por qué cada árbol tiene
un perfume sonoro
entre sus venas verdes
p'or qué cada semilla
cuando va hiriendo la tierra también canta.
Tienes razón
tu lengua es un espejo:
donde hay una cosa oscura
una piedra tal vez un deseo un dolor
un largo sueño
yo abro así mi voz para escuchar
lo que no sabes
lo que siempre y por siempre
me enseñas.


Palabra sola

Es Saúl tu hijo
el que habla
el que ahora ve esa línea
que tan recta de lejos
nos parece.
Mi mano no es la mano
del niño que escribía
aquellas frases con su cuota
de banderas y colinas.
Ni mi boca es la boca 
que inventaba
fórmulas extrañas
donde acostar los sueños.
Mi boca padre
es solamente un par 
de duros y oprimidos
labios que piensan.
El momento es éste
de saber
dónde está
el sol antiguo de las cosas
el sol profundo el mismo
de las tardes y los años
el calor dorado que no siempre
poníamos en todo.
Pienso que hablamos muy poco
que debí retener 
por más tiempo tu mano
que gritaste hacia la noche
y que estabas solo.
Pienso que no supe tener 
mi corazón atento
que no he sido lo bastante ágil
para buscarte alcanzarte detenerte.
Que podría decirte ahora
si estuvieras levantando tu guitarra
ese árbol claro
sostenido con silencios
con pájaros que esperan
tus mágicas señales.
Pienso 
que para qué seguir pensando
que es la hora
de la fruta
no del llanto
la hora de empezar
el trabajo con tu barro
no del llanto.
Pienso
que es la hora sencilla
del alma o de la carne
que viene vestida
con tu único traje.
La hora padre
es que no sé
cómo estar triste
porque nunca antes
te hablé de esta manera.


Plaza Zabala

No te puede interesar
que así me acerque
que aborde velozmente
tu silencio descuidado
que haga en tus esquinas
recuento de mis fuerzas
para así distribuirlas
entre tanto cansancio.
Es tu nombre una altura de bronce
una sosegada alarma de pájaros
que el amor y el olvido cruzan
como el jadeante llamado de los barcos.
Mi placer está en que me recibas
como si nadie más te descubriera
o pasara a tu lado.
Llego a tus orillas de piedra manchada
cuando la tarde se oxida lentamente
sobre el ancho río cercano.
No exagero al conferirte
categoría de isla
con tu gruesa arena rosada
las extrañas palmeras
llegando de otro sueño
las palomas rumorosas y sensuales
los niños cubriéndose con trozos de sol
y los hombres y mujeres que te buscan
y se aman.
Pese a mi dulzura
siempre entro en ti casi brutalmente
temiendo romper el límite de rejas
que te preserva pura y solitaria.
Tu nombre fue traído a través de muchos años
lo que te hace más ágil que tú misma
más joven que tu historia.
No veo en otra parte
la razón de tu misterio
de tu imposible interés por mi presencia.
Y de ahí también por qué me acerco
a entregarte mi cansancio
y a beberme tu cada vez más íntimo
silencio descuidado.


Toda la tristeza

Qué habrá debajo del cemento
del hierro corrompido 
del asfalto.
Tal vez allí se acumulan 
las sombras de tristes mujeres
de adolescentes con ojos
febriles en los dedos
de funcionarios recibiendo
en un pergamino su epitafio
de accionistas que depositan
los besos en un banco
de pedazos de papel
clavados al suelo
por inseguros incontables pasos
de hombres que llevan la corbata
como un nervio marchito 
saliendo de la piel.
todo lo triste
todo lo enfermo
todo lo que oprime
y limita los sueños.
Hasta la brillante asunción
de los oscuros
y el martillo incansable
de los solos
de los labios desteñidos
que no fueron más allá de otra boca
y las huellas de animales
que tiende la noche por las calles
y los libros en blanco
y los discursos graves
y las grandes heridas que jamás equivocan
su lugar en el cuerpo.
Y aun las flores de destinos diferentes
y los cielos innumerables
desplomando sus aguas abiertas
y los barcos qu asustan
a los peces pequeños
y la actitud displicente
indicando que alguien muere
y los relojes destruyendo
el instante del amor
y las gargantas cegadas
como túneles de sangre
y todo lo enfermo
y toda la tristeza
que el hombre empuja
inútilmente
hacia el mar.


Límite

(...)
Yo estaba cansado
durando en lo terrible.
Porque durar durar durar
es motivo final
de toda causa.


Viaje a Manga
A veces desliza el otoño
su espada amarilla
en los caminos del suburbio
y vuelve propicio mi retorno
entre hojas temblando desprendidas.
El limpio sol acepta
que la gran casa
se yerga incambiada
que delante de mi voz
la puerta se abra
que un perro con su nombre
se alegre entre mis pasos.
Para arribar a mi escondido
territorio de naranjas
a la tarde soltando
sus claros jazmines
me basta amar en mis oídos
el canto conocido 
que traen nuevos pájaros.
Los hierros paralelos
que queman la hierba
son la doble frontera
la más próxima y lejana
que sostiene mi infancia.
Esperando el tren
y su fuego nocturno
pare mire escuche
era la consigna.
Después solíamos hacer
un complicado cálculo
con luciérnagas y estrellas.
Más tarde
en medio del regreso
acechaba el perfume
de los altos eucaliptos susurrantes
y los pájaros maduraban las canciones
que recuerdo ahora
sorprendidas
mientras recoge el otoño
su espada amarilla.


Advenimiento

Viniste
no sé cómo has llegado.
En hombros te trajeron
tu agilidad dormía
como el vientre de las piedras.
A tu llegada
no asistieron los sueños
no se molestaron 
los sabios
no se incomodaron
los necios.
Los hombres del mundo
estaban ocupados
pero tranquilos:
destruyéndose.
Llegaste sin luces
sin himnos
sin coronas
sin frutos salvajes
cayendo de los labios.
Sólo una sonrisa llegó
por aire o por recuerdo
adelantada.
Alguien pudo recibirte
abriendo las manos
y colocando en ellas
el reconstruido signo
de la ausencia.
Pero quién pudo reconocerte
si eras la fuerza
si venías de los ruidos incansables
de la sangre
si el silencio del mar
te perseguía
si el sabor de las palabras
era barro
si naciste al llegar
como un pájaro
que en la noche sigue
escuchando su canto.
Llegaste al fin
porque nunca he sabido esperarte.
(La soledad se aprende
estando solo
como se aprende la muerte
estando en vida.)
Llegaste
y esto es suficiente.
Quizá como la lluvia
que moja la cara
y cae a la tierra
que sólo por eso
en otra tierra 
de carne de grito y de fuego
se ve convertida.


Soledad propia

Quiero decirte hijo mío
que algún día estarás solo
de un modo inesperado
como esos movimientos
que vibrando recorren 
los cuerpos dormidos.
No será la soledad
que presientes en la sombra
o cuando dices un nombre
y todos sin escuchar te miran o callan.
Tampoco la soledad
mencionada en los libros
o la que hace el viento
cayendo entre las hojas
ni siquiera la tristeza
que fielmente prepara tus recuerdos
ni siquiera el camino
que con el canto sale de tu boca.
Estarás solo rodeado
de un difícil alimento
podrás ver que los hechos
aun distintos se repiten 
los gestos de la luna
los pétalos muriendo
los sonidos y el silencio
que tu corazón devora.
Serás el dueño de un idioma extraño
que aprenderás muy lentamente.
Actuará sobre tus ojos el misterio
en tu memoria encontrarás
todas las cosas
que así transcurrirán
mientras tu te quedas.
También el tiempo pasará a tu lado
llevándose apenas lo que obtenga.
Será como empezar
desde las raíces destruidas
será como respirar
aplazando a cada instante la muerte
será como entrar en la piel que te espera
y en la carne
de las que fuiste arrojado
a la tierra
a todo el amor
y al olvido.


Carta a propósito del mundo

(...)
Debes cuidar de todo eso
regresa a tu breve camino
de risas de gritos de flores de llantos
y verás cómo tu perro de lana
todavía se encuentra nuevo e intacto.
Descubre después las raíces
que nadie imagina debajo de las piedras
cuenta los pasos que dan los caracoles
y el silencio de los grillos
por la noche.
Defiende las pequeñas semillas
que puse en tu mano
y protege la luz:
que no se pierdan los colores
y por favor no olvides 
recoger las plumas de los pájaros.
Pero apúrate hijo mío apúrate.
Ahora no puedo explicarte
todo es tan difícil
y oscuro.


Regreso en septiembre

Ahora es septiembre padre
como hace dos años.
Las cosas han cambiado

han cambiado tanto.
Muchas lluvias se extinguieron

en el aire
mucho polvo ha sido
desde entonces barro.
Y tú regresas nuevamente
hacia mi sangre.
Es éste un viaje
de momentos y sombras
de recuerdos y dolor
cayendo entre nosotros.
Tu silencio y mi voz
se reconocen
deciden golpear cerradas puertas
y pueden olvidar 
lo tuyo que nos falta
las destrucciones que sirven 
en favor de tu ausencia.
Fuiste despojado
perdiste lo accesorio
y tu sistema de callar
de hacer sonrisas y miradas sencillas
es lo que ahora en septiembre
te regresa
como de un nacimiento o una leyenda.
Recién comprendo
cuál fue tu trabajo:
silencio me diste
para que yo al nombrarte
también las palabras calladas
y el tiempo vencido nombrara.
Vida me diste
para que otra vida
más fuerte y más pura 
mis manos crearan.
Es pesada tu herencia
pues no tenías nada.
Vienes conmigo 
y conmigo regresas
a traerme noticias de tu esperanza:
aquí está el camino
en este largo septiembre
que para mí dejaste:
del agua al vino
del vino a la sangre.


La luz

Cómo gozar de la luz
de ese brillante sabor del mundo
que nuestros ojos interceptan
de ese purísimo fuego contenido
en las diminutas órbitas
del polvo
de ese fruto inasible
y sorprendente
que permite navegar en la curva
del tiempo
infinitos nacimientos
incontables ciclos de clausura
la muerte.
Cómo gozar de la luz
cómo poseerla
para que así nos vuelva
a la situación de espuma temblorosa
a la condición de origen de fermento
de barro transitado y primigenio.
Y cómo utilizar el sabor de su realidad interminable
para que así nos vuelva
nos regrese
al afán definitivo
a este ambiguo antecedente de los dioses
a esta encarnación confusa
de sí mismo
que no podrá 
ni por hambre
ni por culpa
ni por dolor
quitar un solo día
su sombra de la tierra.


Ars poética 1966

(...)
- debemos borrar tantas palabras y morder
la raíz de cada sueño
y lograr el perfume
no la rosa
y repudiar las llamas y alcanzar el fuego.
-para quien toda lucha
es siempre un signo
una vibrante señal de advenimiento
un gesto de astronauta sostenido
en las sombras finales
que a la tierra llaman
-para quien crece de pie
entre los suyos
que aun no comprenden
el exacto por qué de su estatura
-para quien abre territorios
con su grito
y queda en el silencio
postergado
-para quien lleva distancia
en la mirada
y la extiende en caminos
y se aparta
-para quien designa banderas tomando
los poderes del aire
o del recuerdo
-para quien en su lecho se abandona
a todos los misterios
-para quien sabe con dolor
desprenderse de lo humano
y pierde su condición
y su fiebre enrarecida
y su vieja sustancia
y deja de temer
porque así nace
-para quien desciende 
en lo terrible de la carne
donde su eterno rostro 
está multiplicándose
-para quien sólo aprende
a desnudar su terco hueso
y no canta
y no puede esperar
porque la muerte
porque el hambre
porque el amor y la bomba total
y muchas cosas
-para quienes ya no creen 
en las palabras
debemos borrar toda palabra.



AXEL Editorial, 1979: Ciudad de México.