5.7.12

Mauricio Wiesenthal sobre Alemania

 Walther von der Vogelweide:

Daz ich wände ez waere, was daz allez iht?
(Lo que siempre creí que había sido, ¿es algo?)

Goethe:

"He sido un hombre; lo que quiere decir que un luchador he sido"
"Puedo prometer ser sincero, pero no ser imparcial"

J.S. Bach
"Mi éxito es el sencillo resultado de mi aplicación; he tenido que trabajar"

Thomas Mann
"El alemán no llega a Dios más que por la destrucción del dogma y la angustia de la nada; no llega a la vida social más que atravesando los abismos de la soledad; no llega a la salud más que después de explorar hasta el fondo la enfermedad y la muerte."


Alpes alemanes


Alemania, sigue soportando el tópico de su historia romántica. Y, sin embargo, quizá paradójicamente, el ideal feliz del buen alemán no está en ese destino despiadado, en ese idealismo estridente. El verdadero genio alemán, su auténtico espíritu creador, es el hombre de vida serena. Thomas Mann le definiría como "genio reaccionario" o, en otras palabras, como ese espíritu lúcido y conservador que necesitan los pueblos idealistas para no perder de vista la realidad.


La genialidad de Goethe consiste en mantener la sensatez en medio de la esquizofrenia romántica. Jamás cae en la vulgaridad o en el aburrimiento burgués; su genio le salva de estas derrotas sin gloria. Pero él bordea todos estospeligros sin levantar histéricamente las alas, como un buen burgués capaz de llevar al día la administración de su negocio y de su vida. Ama, bebe y canta con aprovechamiento, sin desplantes, con ese sentido cálido y dulce de la vida  que en alemán se llama gemütlichkeit. El sueño de todo alemán es precisamente, llegar al fondo de las cosas, penetrar arriesgadamente en ese sustrato sólido y profundo (gründlich) que corre oculto bajo la superficie del mundo.

Baja Sajonia

¿Sería justo olvidar que los alemanes formaron un pueblo de artesanos antes de convertirse en psicólogos? En el idioma alemán existe una palabra que me parece todo un compendio de sabiduría: Beruf. Puede significar cosas muy diferentes y, sin embargo, sabiamente relacionadas entre sí: profesión, oficio, vocación, destino.... ¿Es posible que un hombre pueda salvarse trabajando su propia vida con el mismo primor que pone el artesano en sus obras?

Si los desplantes rebeldes del romanticismo tienen cierto éxito popular, se debe, sin duda, a que los jóvenes melancólicos del siglo XIX resucitan el recuerdo feliz de la Edad Media. Si las revoluciones modernas penetran en el corazón del proletariado, sus raíces podrían buscarse en las guerras campesinas del renacimiento o en las soflamas utópicas de Vater Jahn. Si Lutero se levanta contra la tradición romana lo hace en contra de una tradición más antigua: el cristianismo de los primeros apóstoles. si Lessing encabeza la polémica contra el teatro clásico afrancesado, reivindica modelos más antiguos: Shakespeare o el ]Laocoonte del Museo Vaticano. Si Herder o los hermanos Grimm se incorporan a la tempestad romántica, también recuperan el tesoro olvidado de la vieja literatura flolklórica. Y si Beethoven acomete una revolución formal en la música moderna, su fuente de inspiración son los tradicionales laender (bailes típicos) de la vieja Alemania. ¿Hay que recordar que los más grandes filósofos que ha dado el siglo pasado, desde Hegel a Marx, desde Spengler a Nietzsche, fueron alemanes?

La guerra destruyó muchos recuerdos del pasado. Las nuevas ciudades, frutos de la necesidad y de la urgencia, se desarrollaron como frías estructuras de acero y cemento; en el mejor de los casos, trazadas con la neutra corrección gramatical del telegrama. En el país dividido es difícil a veces, evocar la síntesis de la cultura tradicional. Pero la historia -eso que los psicólogos que no han leído a Herodoto llaman el subconsciente- permanece en el corazón de los alemanes.

Y Alemania, así como el laúd, el piano, el violín o el arpa, sólo vive cuando canta. La música es la afición más arraigada en el alma de este pueblo. Desde la época de los trovadores, cuando Neidhart von Reunthal o Walter vor der Vogelweide componían sus trovas de amor, hasta los diabólicos poemas de Richard Strauss, los alemanes han dado más genios melódicos que ningún otro país del planeta. El pueblo más modesto tiene su orquesta o su banda. No cabe duda de que el luteranismo compensó su desconfianza hacia la imagen con una extraordinaria aportación a la música.



Bach caminaba desde Arnstadt hasta Lúbeck para escuchar los conciertos de órgano de Dietrich Buxtehude. Porque el alemán, cuando se siente arrebatado por la pasión del conocimiento es capaz de llegar muy lejos. Para conseguir una plaza en la universidad, un humilde campesino de Winsen, llamado Eckermann, recorre en invierno cientos de kilómetros. Esa misma devoción por el saber le llevará, años más tarde, a convertirse en secretario de Goethe. Para penetrar en el corazón de áfrica, Heinrich Barth y Gustav Nachtigal se aventuran en el desierto. El silesiano Emin Pachá acaba con la paciencia de Stanley cuando, rodeado por un ejército enemigo, se dedica a clasificar las especies de lepidópteros más exóticas del Sudán.

El alemán es así: siente la tentación del extremo, del más allá, del infinito. Cuando se deja arrastrar por su exuberante vitalidad, piensa como Schlegel, que el fin de toda poesía es "den Gang und die Gesetze der vernünftig den'kenden": suprimir el curso y las leyes de la razón razonable para sumirnos de nuevo en la hermosa confusión de la fantasía. Con otras palabras lo había expresado también el loco Hölderlin, adelantándose a Nietzsche: "An das Gottliche glauben/Die allein, die es selber sind" (en lo divino creen solamente los que son divinos). Este arriscado sentimiento de la desmesura se expresa de formas muy diferentes: la ascención en solitario a la cumbre virginal del Nanga Parbat, la pintura de un cuadro abstracto, el preludio sobrecogedor del Oro del Rin, la canción insomne de Zaratustra...

Adivinando los riesgos humanos de este finísimo espíritu musical, el prudente Goethe exclama: "no corresponde al alemán dejarse llevar por el fiero movimiento, ni le conviene oscilar de un lado para otro". Con la misma serenidad crítica se expres Gottfried Keller: Alles Edle und Grosse ist einfacher Art (Todo lo noble y grande es sencillo por naturaleza).




Ediciones Castell: Barcelona.