9.7.10

Antígona/Sófocles


Antígona: Es mi hermano y el tuyo, aunque no quieras. ¡No habré de ser tachada por haber abandonado su cuerpo!

Ismene: Inconsciente, ¿no Creón lo ha prohibido?

Antígona: ¡Nada le toca a él: no puede de los míos arrebatarme!

Ismene: ¡Ay infeliz de mí! Trae a tu mente cuerda cómo murió mi padre. Sin amor y sin honra. Así perece, hermana. Cuando advierte sus crímenes, se espanta de sí mismo y con sus propias manos él se arranca ambos ojos. Y ella, su madre y su mujer-¡doble nombre en conflicto!- con un trenzado cordel se ahorca ella misma. Y el tercer infortunio: en un mismo día nuestros dos hermanos se dan mutuamente muerte, ¡único don funesto que les es común! Mira ahora: las dos solas quedamos, enteramente solas, ¿cuál será nuestra muerte infamante y amarga, si quebrantamos los mandatos del potente tirano? ¿mujeres somos, podremos oponernos a los hombres? Súbditas somos, tenemos que acatar estas leyes y aún más duras, como que las imponen los más fuertes.

Sean indulgentes conmigo los que yacen bajo tierra: lo hago forzada, no puedo remediarlo, tengo que doblegarme a los que imperan. Nadie tiene sano juicio si hace lo que no está a su alcance.

Antígona: No, no te lo mando. Más: si mudando de mente tú quisieras más tarde ayudarme a la obra que emprendo, no te admitiría ¡haz pues lo que te plazca! ¡A él, yo lo sepulto! Y ¿qué si por ello muero? ¡Qué bello fuera! ¡Hermana amante junto al hermano amado yacer unidos, después de haber cumplido con él todos los deberes de piedad familiar! Bendita rebeldía: más largo tiempo tengo que complacer a los muertos, antes a que los vivos, como que con ellos habré de reposar en el más allá.

En cuanto a ti, desprecia, si te place, instituciones que los dioses mismos estiman altamente.

*
¿Qué iba yo a morir… bien lo sabía, quién pudiera ignorarlo? Eso, aun sin tu mandato. Que muero antes de tiempo… una dicha me será la muerte. Ganancia es morir para quien vive en medio de infortunios. Morir, morir ahora no me será tormento. Tormento hubiera sido dejar el cuerpo de mi hermano, un hijo de mi misma madre, allí tendido al aire, sin sepulcro. Eso sí fuera mi tortura: nada de lo demás me importa.

¡Loca, loca es –dirás tú- pues así obra! ¡Ah, loca sí, tildada de tal por uno más loco que yo!

Editorial Porrúa, 1980: Cd. de México.