11.8.11

Joan Benavent







La vanidad radica en proyectar con desmesura el propio tamaño de la insignificancia

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La erudición y el conocimiento no están reñidos con la sencillez. El frecuente malentendido radica en los pocos que desde auténticos valores culturales saben sortearlo.


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Una lengua, compartida o no, se refuerza mediante contenidos. Su mera exaltación como código patriótico sólo genera aventajados parásitos en la política y la cultura.

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El orden que preside una sociedad de exclusión se edifica en madera balsa sobre un pozo ciego.


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La avaricia comporta el secreto y desmesurado temor de quedar reducido a la nada.


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La honestidad es al hombre lo que el sol de la mañana; la vileza su crepúsculo.


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Será el hombre un animal político, pero no sólo de política vive. Descuidar lo que la cultura, el amor y la amistad ofrecen en nombre de los ideales, sin cohesionar el espíritu, depara consecuencias que terminan afectando esos mismos ideales y el equilibrio emocional. Cualquier obsesión aunque esgrima valores, deviene una penosa fuga de la realidad.


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El pesimismo es la cesión anticipada de una derrota moral.


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Enriquecer el lenguaje no significa rebuscar términos en los sarcófagos de la lengua para impresionar al lector. Encontrar aquellos que comuniquen y se extiendan en el acervo popular significa potenciar contenidos y sustancias; vertidas lo más sencillamente posibe, para que se entiendan. Si a quienes escribimos nos place que lo hagan, empecemos por entender a quienes nos leerán.


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Las convicciones se defienden otorgándoles un contenido, y para que acrediten su solidez debe parirlas el esfuerzo. El margen de error que pueda caber en cualquiera de ellas es pasible de cambio, en tanto y cuánto se pormenorice el fallo. Quién admite trasgresiones en el procedimiento revela la liviandad de los principios, reforzando la arrogancia del otro , tras rendir el girón de sus banderas

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Mejorar el silencio significa dotarlo de gestos, conceptos y palabras que transmitan esperanza, sea cual fuere la cincunstancia.

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La ternura opera la magia de volvernos niños en un pispás. No hay máquina del tiempo que la iguale.

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Desde la existencia sólo podemos concebir la muerte como el espacio vacío que nos resta.

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La xenofobia antiislamista disfraza en el color de otra piel los más oscuros intereses.

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Pocos niños no temen la oscuridad de las sombras. En la adultez, otras nos persiguen sin que a veces atinemos a domeñar el viejo temor. Complejos, frustraciones, malos amores y precario equilibrio emocional ante los retos del destino, agigantan las sombras aquellas y el miedo de quedar a oscuras. Sólo el coraje que proyecta el amor por la vida enciende la balsámica luz, aclarando el horizonte.