4.7.11

Crítica y teoría de Facebook: las tecnologías de la amistad (fragmento)/Laura Isola en Revista Ñ

En “Normas para el parque humano, una respuesta a la Carta sobre el Humanismo”, la famosa conferencia que Peter Sloterdijk dio a modo de respuesta al conocido texto de Heidegger, se explica que el componente bestial de la naturaleza humana quiso ser neutralizado por el humanismo clásico a través de la lectura. Pero menos con un proyecto alfabetizador que como un masivo envío de cartas: extensas misivas dirigidas a los amigos. Lo que el filósofo define como una sociedad amansada de lectoamigos: “Así pues, el fantasma comunitario que está en la base de todo humanismo podría remontarse al modelo de una sociedad literaria cuyos miembros descubren por medio de lecturas canónicas su común devoción hacia los remitentes que les inspiran”. El modelo amigable de la sociedad literaria, producto de ese humanismo, según Sloterdijk, encontró su fin que no coincide, por supuesto, con el fin del mundo. Se trata de que el “contra qué” del humanismo, de rescatar al hombre de la barbarie y domesticarlo, pierde su sentido en la coexistencia de las actuales sociedades.
Pero, aun en estos tiempos post literarios que tienen nuevos fundamentos aparecen palabras que recuerdan y entran en consonancia con ese proyecto: “amigos”, “mensajes”. Al tiempo que la red social diseña un modelo de conducta a seguir, hay normas que cumplir en el parque de Facebook y ya desde la entrada se van modelando las relaciones.
Me costó un poco distinguir aquellas prácticas propias de una red social. Mejor dicho, en apariencia, Facebook reproduce instancias de la vida misma: se discute, se escucha música, se comentan las noticias. Es un poco un centro comunitario para los que necesitan, ofrecen y piden cosas y también un lugar de solos y solas en los que se conoce gente. Los participantes escriben qué comieron, qué película vieron y la comentan, si se rompieron un brazo, si parió la gata o el hijo cantó en el acto patrio. Mucho de exhibicionismo con algo de histeria y de desesperación socializadora. Pasa de los mensajes parroquiales y la bolsa de trabajo al peep show . Ojo, siempre con las pilchas puestas.