31.12.10

Pensamientos/Pascal


Hay que saber dudar donde es necesario, aseverar donde es necesario, someterse donde es necesario.
Quien no lo hace no escucha la fuerza de la razón. Los hay que pecan contra estos principios, o bien aseverándolo todo como demostrativo, no por entender de demostraciones; o bien dudando de todo por no saber dónde hay que someterse: o bien sometiéndose a todo por no saber dónde hay que juzgar.

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Uno no se imagina a Platón y a Aristóteles sino con sus grandes togas de pedantes. Eran gentes honradas, como todas las demás, que reían con sus amigos; y cuando se divirtieron en hacer sus "Leyes" y su "Política", lo hicieron bromeando; es la parte menos filosófica y más seria de su vida; la más filosófica consistía en vivir sencilla y tranquilamente. Si escribieron de política, fue como para arreglar un hospital de locos; y si aparentaron hablar de ello como de una gran cosa, es que sabían que los locos a quienes se dirigían pensaban ser reyes o emperadores. Entraban en sus principios para moderar su locura lo mejor que se podía.

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CAÑA PENSANTE.- No es el espacio donde debo buscar mi dignidad sino en el arreglo de mi pensamiento. No poseería más aunque poseyera tierras: por el espacio, el universo me comprende y me devora como un punto; por el pensamiento yo lo comprendo.

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CONTRADICCIÓN es un mal indicio de verdad: muchas cosas ciertas se ven contradichas; muchas falsas pasan sin contradicción. Ni la contradicción es signo de falsedad ni la incontradicción es signo de verdad.

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No nos contentamos con la vida que tenemos en nosotros y en nuestro propio ser; queremos vivir, en la idea de los demás, una vida imaginaria, y nos esforzamos por esto en parecerlo. Trabajamos incesantemente en embellecer y conservar nuestro ser imaginario, descuidamos el verdadero. Y si tenemos tranquilidad, o generosidad, o fidelidad, nos apresuramos a hacerlo saber, con el fin de vincular estas virtudes a nuestro otro ser, y estaríamos dispuestos a arrancárnoslas para unirlas al otro; preferiríamos ser poltrones con tal de adquirir la reputación de ser valientes. ¡Gran signo de la nada y de nuestro propio ser el no estar satisfecho del uno sin el otro, y de canjear con frecuencia el uno por el otro! Porque quien no muriera por conservar su honor sería infame.