28.10.10

El idiota/Ciento y pico de cuentos

Una mañana en el consultorio de un psiquiatra, se presentó un paciente, exponiendo su caso:

-Fíjese doctor que todos los días por las noches y también al amanecer sueño con un gran empleo, soy el gerente de una gran empresa y mi sueldo me alcanza para mantener Toda una mansión con infinidad de sirvientes, viajes a Cancún, Acapulco, carros deportivos, mujeres bellísimas y otros lujos.

El doctor lo miró analíticamente, mirada característica de psicólogos y psiquiatras.

-Pues si este sueño lo persigue todos los días, mi amigo, pues ponga manos a la obra trabajando duro y obténgalo.

-Ese es el problema -dijo el paciente-, que cuando intento hacer algo para conseguir mis sueños, me invade el miedo y no puedo, no puedo.

-¡Ah, qué caray! –replicó el doctor-, pues si no puede conseguir su sueño, por más que lo intenta, entonces sustitúyalo. Piense o sueñe con un empleo de menor categoría, una casa más modesta, sus viajes a Oaxtepec, Chapultepec o Xochimilco y un carro compacto y austero.

-Lo he intentado doctor, no crea que no lo he hecho- contestó angustiado el paciente- pero siempre regreso a mi sueño original, no puedo sustituirlo.

-Si no puede sustituirlo, entonces olvídelo.

-Pero es que tampoco puedo…

-Pues si no puede obtener su sueño, no lo puede sustituir y no lo puede olvidar, es usted un idiota, porque sólo un idiota pierde el tiempo y desperdicia la vida soñando con cosas que nunca podrá alcanzar.

Edición familiar a cargo de Jorge Leonel Paz Torres.

11.10.10

Los diez mandamientos del escritor/Stephen Vizinczey



Escribí esto en respuesta a un ruego de Raymond Lamont–Brown, director de Writer’s Monthly, que me pidió algo «lleno de consejos sensatos y prácticos para quienes son en muchos casos novatos en la ocupación de escribir».

1. No beberás, ni fumarás, ni te drogarás.

Para ser escritor necesitas todo el cerebro que tienes.

2. No tendrás costumbres caras.
Un escritor nace del talento y del tiempo... Tiempo para observar, estudiar, pensar. Por consiguiente, no puede permitirse el lujo de desperdiciar una sola hora ganando dinero para cosas no esenciales. A menos que tenga la suerte de haber nacido rico, es mejor que se prepare para vivir sin demasiados bienes terrenales.

Es cierto que Balzac obtenía una inspiración especial de la compra de objetos y la acumulación de enormes deudas, pero la mayoría de las personas con hábitos caros son propensas a fracasar como escritores.

A la edad de 24 años, tras la derrota de la revolución húngara, me encontré en Canadá con unas 50 palabras de inglés. Cuando me dí cuenta de que era un escritor sin una lengua, subí en ascensor al último piso de un alto edificio de Dorchester Street, en Montreal, con la intención de arrojarme al vacío. Al mirar hacia abajo desde la azotea, con terror ante la idea de morirme, pero todavía más de romperme la columna vertebral y pasar el resto de mi vida en una silla de ruedas, decidí tratar de convertirme en un escritor inglés.

Al final, aprender a escribir en otra lengua fue menos difícil que escribir algo bueno, y viví durante seis años al borde de la miseria antes de estar listo para escribir En brazos de la mujer madura.

No podría haberlo hecho si me hubiesen interesado los trajes o los coches... En realidad, si no hubiera visto otra alternativa que la azotea de aquel rascacielos.
Algunos escritores inmigrantes que conocía trabajaban como camareros o vendedores para ahorrar dinero y crearse una base financiera antes de intentar ganarse la vida escribiendo; uno de ellos posee ahora toda una cadena de restaurantes y es más rico de lo que yo podría llegar a ser, pero ni él ni los otros volvieron a escribir.

Es preciso decidir qué es más importante para uno: vivir bien o escribir bien. No hay que atormentarse con ambiciones contradictorias.

3. Soñarás y escribirás y soñarás y volverás a escribir.

No dejes a nadie decirte que estás perdiendo el tiempo cuando tienes la mirada perdida en el vacío. No existe otra forma de concebir un mundo imaginario.

Nunca me siento ante una página en blanco para inventar algo. Sueño despierto con mis personajes, sus vidas y sus luchas, y cuando una escena se ha desarrollado en mi imaginación y creo saber qué han sentido, dicho y hecho mis personajes, tomo pluma y papel e intento relatar lo que he presenciado.

Una vez que he escrito mi relato, a mano y a máquina, lo leo y encuentro que la mayor parte de lo escrito es a) confuso o b) inexacto, o c) tedioso, o d) sencillamente no puede ser verídico. Así, utilizo el borrador mecanografiado como una especie de informe crítico de lo que he imaginado y vuelvo a soñar mejor toda la escena.

Fue este modo de trabajar lo que me hizo comprender, cuando aprendía inglés, que mi principal problema no es la lengua, sino, como siempre, ordenar las cosas en la cabeza.

4. No serás vanidoso.

La mayor parte de los libros malos lo son porque sus autores están ocupados en tratar de justificarse a sí mismos.

Si un autor vanidoso es alcohólico, el personaje de su libro descrito con mayor simpatía será un alcohólico. Este tipo de asunto es muy aburrido para los extraños.

Si crees ser sabio, racional, bueno, una bendición para el sexo opuesto, una víctima de las circunstancias, es porque no te conoces a ti mismo lo suficiente como para escribir.

Dejé de tomarme en serio a la edad de 27 años. y desde entonces me he considerado sencillamente materia prima. Me utilizo del mismo rnodo que se utiliza a sí mismo un actor: todos mis personajes —hombres y mujeres, buenos y malos— están hechos de mí mismo, más la observación.

5. No serás modesto.

La modestia es una excusa para la chapucería, la pereza, la complacencia; las ambiciones pequeñas suscitan esfuerzos pequeños. Nunca he conocido a un buen escritor que no intentara ser grande.

6. Pensarás sin cesar en los que son verdaderamente grandes.

«Las obras del genio están regadas con sus lágrimas», escribió Balzac en Ilusiones perdidas. Rechazo, mofa, pobreza, fracaso, una lucha constante contra las propias limitaciones..., tales son los principales sucesos en las vidas de la mayoría de los grandes artistas, y si aspiras a conseguir su destino debes fortalecerte aprendiendo de ellos.

Yo me he animado con frecuencia al releer el primer volumen de la autobiografía de Graham Greene, Una especie de vida, que trata de sus primeras luchas. También he tenido ocasión de visitarle en Antibes, donde vive en un pequeño piso de dos habitaciones (un lugar diminuto para un hombre tan alto) con los lujos de un aire suave y una vista del mar, pero pocas posesiones aparte de libros. Parece tener pocas necesidades materiales, y estoy seguro que esto tiene algo que ver con la libertad interior que emana de sus obras. Aunque afirma que ha escrito sus «entretenimientos» por dinero, es un escritor dirigido por sus obsesiones sin hacer caso de modas cambiantes e ideologías populares, y esta libertad se comunica a sus lectores. Uno se siente liberado del peso de los propios compromisos, al menos mientras lo lee. Esta clase de logro sólo es posible para un escritor de costumbres espartanas.

Ninguno de nosotros tiene oportunidad de conocer personalmente a muchos grandes hombres, pero podemos estar en su compañía leyendo sus memorias, diarios y cartas. Hay que evitar, sin embargo, las biografias, en especial las que han sido convertidas en películas o series de televisión. Casi todo lo que nos llega sobre los artistas a través de los medios es pura palabrería, escrita por perezosos autores mercenarios que no tienen la menor idea del arte ni del trabajo duro. Un ejemplo reciente es Amadeus, que intenta convencernos de que es fácil ser un genio como Mozart y muy difícil ser una mediocridad como Salieri.

Hay que leer, en cambio, las cartas de Mozart. En cuanto a literatura específica sobre la vida del escritor, yo recomendaría Una habitación propia, de Virginia Woolf; el prefacio de La dama morena de los sonetos, de Shaw; Martin Eden, de Jack London, y sobre todo, Ilusiones perdidas, de Balzac.

7. No dejarás pasar un solo día sin releer algo grande.

En mi adolescencia estudié para ser director de orquesta, y de mi educación musical adopté una costumbre que considero esencial para los escritores: el estudio constante y diario de las obras maestras. La mayor parte de los músicos profesionales de dicha categoría conocen de memoria centenares de partituras; la mayor parte de los escritores, en cambio, sólo tienen el más vago recuerdo de los clásicos, lo cual explica que haya más músicos expertos que escritores expertos. Un violinista que poseyera la técnica de la mayor parte de los novelistas publicados no encontraría nunca una orquesta en la que tocar. Lo cierto es que sólo absorbiendo las obras perfectas, los modos específicos inventados por los grandes maestros para desarrollar una toma, construir una frase, un párrafo, un capítulo, se puede aprender todo lo que hay que aprender sobre la técnica. Nada de lo que ya se ha hecho puede decirte cómo hacer algo nuevo, pero si comprendes las técnicas de los maestros tienes más posibilidades de desarrollar las propias. Para decirlo en términos de ajedrez: aún no ha existido un gran maestro que no conociera de memoria las partidas de campeonato de sus predecesores.

No se debe cometer el error común de intentar leerlo todo para estar bien informado. Estar bien informado sirve para brillar en las fiestas, pero resulta absolutamente inútil para un escritor. Leer un libro para poder charlar sobre él no es lo mismo que comprenderlo. Es mucho más útil leer una y otra vez unas cuantas novelas hasta comprender por qué son buenas y cómo las han construido los escritores. Hay que leer una novela unas cinco veces para comprender su estructura, qué la hace dramática y qué le presta ritmo e impulso. Sus variaciones en compás y escala de tiempo, por ejemplo: el autor describe un minuto en dos páginas y luego cubre dos años con una frase... ¿Por qué? Cuando hayas comprendido esto sabrás realmente algo.

Cada escritor elegirá sus propios favoritos entre aquellos de quienes cree que puede aprender más, pero desaconsejo con firmeza la lectura de novelas victorianas, que están infestadas de hipocresía e hinchadas de redundancias. Incluso George Eliot escribió demasiado sobre demasiado poco.

Cuando te sientas tentado de escribir cosas superfluas deberás leer los relatos de Henrich von Kleist, quien dijo más con menos palabras que cualquier otro escritor en la historia de la literatura occidental. Lo leo constantemente, así como a Swift y a Sterne, a Shakespeare y a Mark Twain. Por lo menos una vez al año releo algunas obras de Pushkin, Gogol, Tolstoi, Dostoyevski, Stendhal y Balzac. A mi juicio, Kleist y estos novelistas franceses y rusos del siglo XIX son los más grandes maestros de la prosa, una constelación de genios no superados, como los que encontramos en la música, de Bach a Beethoven, y todos los días intento aprender algo de ellos. Esta es mi técnica.

8. No adorarás Londres–Nueva York–París.

Conozco a menudo aspirantes a escritores de lugares apartados que creen que las personas que viven en las capitales de los medios de comunicación tienen sobre el arte alguna información interna especial que ellos no poseen. Leen las páginas de críticas literarias, ven programas sobre arte en televisión para averiguar qué es importante, qué es el arte en realidad, qué debería preocupar a los intelectuales. El provinciano suele ser una persona inteligente y dotada que acaba por adoptar la idea de algún periodista o académico de mucha labia sobre lo que constituye la excelencia literaria, y traiciona su talento imitando a retrasados mentales que sólo tienen talento para medrar.

Aunque no hay razón para sentirse aislado. Si posees una buena colección de ediciones en rústica de grandes escritores y no dejas de releerlos, tienes acceso a más secretos de la literatura que todos los farsantes de la cultura que marcan el tono en las grandes ciudades. Conozco a un destacado crítico de Nueva York que no ha leído nunca a Tolstoi, y además está orgulloso de ello. No hay que perder el tiempo, por tanto, preocupándote por lo que está de moda, del tema idóneo, el estilo idóneo o qué clase de cosas ganan los premios. Cualquier persona que haya tenido éxito en literatura lo ha conseguido en sus propios términos.

9. Escribirás para tu propio placer.

Ningún escritor ha logrado jamás complacer a lectores que no estuvieran aproximadamente en su mismo nivel de inteligencia general, que no compartieran su actitud básica ante la vida, la muerte, el sexo, la política o el dinero. Los dramaturgos son afortunados: con ayuda de los actores pueden extender su mensaje hasta más allá del círculo de los espíritus afines. No obstante, hace sólo un par de años leí en los periódicos americanos las críticas más condescendientes de Medida por medida..., la obra en sí, ¡no la producción! Si Shakespeare no puede complacer a todo el mundo, ¿por qué intentarlo siquiera nosotros?

Esto significa que no vale la pena que te esfuerces por interesarte en algo que te resulta aburrido. Cuando era joven perdí mucho tiempo intentando describir vestidos y muebles. No sentía el menor interés por los vestidos ni por los muebles, pero Balzac experimentaba hacia ellos un apasionado interés, que consiguió comunicarme mientras le leía, así que pensé que debía dominar el arte de escribir excitantes párrafos sobre armarios si quería ser algún día un buen novelista. Mis esfuerzos estaban condenados, y agotaron todo mi entusiasmo por aquello que me había propuesto escribir en primer lugar.

Ahora sólo escribo sobre lo que no me interesa. No busco temas: cualquier cosa en la que no pueda dejar de pensar es mi tema.

Stendhal dijo que la literatura es el arte de la omisión. y omito todo lo que no me parece importante. Describo a las personas sólo en los términos de aquellas de sus acciones, afirmaciones, ideas, sentimientos, que me hayan escandalizado–intrigado–divertido– deleitado a mí mismo o a otros.

No es fácil, por supuesto, ser fiel a lo que realmente nos importa; a todos nos gustaría ser considerados personas llenas de curiosidad por todo. ¿Quién asistió jamás a una fiesta sin fingir interés por algo? Pero cuando escribes tienes que resistir la tentación, y cuando lees lo que has escrito debes preguntarte siempre: «¿Me interesa de verdad esto?».

Si te ves a ti mismo —a tu yo verdadero, no a un concepto imaginario de ti mismo como la más noble de las personas que sólo se preocupan por los niños hambrientos de Africa—, tienes la posibilidad de escribir un libro que agrade a millones. Esto es así porque, quienquiera que seas, hay en el mundo millones de personas más o menos parecidas a ti. Pero nadie quiere leer a un novelista que no piense realmente lo que escribe. El éxito editorial más ramplón tiene una cosa en común con una gran novela: ambos son auténticos.

10. Serás difícil de complacer.

La mayoría de los libros nuevos que leo se me antojan a medio terminar. El escritor se contentó con hacer su trabajo más o menos bien, y luego pasó a algo nuevo.

Para mí, escribir empieza a ser emocionante de verdad cuando vuelvo a un capítulo un par de meses después de haberlo escrito. En esta fase lo miro menos como autor que como lector, y por muchas veces que reescribiera originalmente el capítulo, todavía encuentro frases que son vagas, adjetivos que son inexactos o superfluos. De hecho encuentro escenas enteras que, aunque ciertas, no añaden nada a mi comprensión de los personajes o de la historia y, por consiguiente, pueden eliminarse.

Es en este punto cuando examino el capítulo durante el tiempo suficiente para aprendérmelo de memoria —lo recito palabra por palabra a cualquiera dispuesto a escuchar— y si no puedo recordar algo, suelo descubrir que no era correcto. La memoria es un buen crítico.

10.10.10

Decálogo del escritor/ Augusto Monterroso







1. Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.

2. No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.

3. En ninguna circunstancia olvides el célebre díctum: "En literatura no hay nada escrito".

4. Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.

5. Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.

6. Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.

7. No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.

8. Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.

9. Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.

10. Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.

11. No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.

12. Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.

El autor da la opción al escritor de descartar dos de estos enunciados, y quedarse con los restantes diez.


Augusto Monterroso, Lo demás es silencio, 1978, Ed. Anagrama

Decálogo del perfecto cuentista/Horacio Quiroga





I

Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo.


II
Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.

III
Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.

IV
Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

V
No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

VI
Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

VII
No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

VIII
Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

IX
No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino

X
No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.


Horacio Quiroga, Decálogo del perfecto cuentista, 1928, Revista Babel

23.9.10

El Jilguero y el Gorrión (1982)/Jorge Leonel Paz Torres



El pájaro no canta porque sea feliz, es feliz porque canta. W. James

La mañana avanzaba suavemente, devorando los minutos y disipando las sombras. Los rayos del sol penetraron por todo el jardín y lo llenaron con su luz dorada. Las flores rojas del nopalillo poco a poco iban abriendo sus corolas, hasta tomar la forma de una estrella sangrante que se abría a la vida; el rocío depositado por la noche sobre los sensitivos pétalos de las rosas aún no se evaporaba y su perfume se esparcía por todo el jardín.
Algunos colibríes ya empezaban a chupar el néctar de las flores bugambilia, algunas mariposas con su vuelo tembloroso volaban de flor en flor al igual que las abejas. Todos danzando el ritmo ingenioso de la vida en su deseo de continuarse.
Una gran jaula pendía de un árbol y en ella se encontraba un jilguerillo que alegremente saludaba al nuevo día. Una cascada de bellas armonías brotaba de su garganta, que se inflaba y contraía rítmicamente. Después de revolotear por un rato entre las ramas de la higuera, un gorrión llegó a posarse sobre la jaula del jilguero y entabló una alegre plática, lleno de autosuficiencia frente al morador.
- No me explico cómo tienes ánimo para cantar estando ahí encerrado, mi querido amigo. Creo que si yo fuera privado de mi libertad, si no pudiera volar por el cielo, si no pudiera buscar a mis hermanos por el bosque, si no pudiera buscar la comida que más me gusta y me conformara con lo que me dan, me moriría de pena y tristeza.
- ¡Ah, mi querido amigo! Entiendo tus puntos de vista y hasta los comprendo, pero no los comparto –Contestó el jilguero interrumpiendo su canto- Verás, hace algunas semanas yo también disfrutaba volando por el azul brillante del cielo ¡Qué delicia sentir los rayos del sol sobre mi plumaje! ¡Y las caricias del aire! Pero un día al tratar de escapar de un gavilán me estrellé con el tronco de un árbol y caí moribundo, unos niños me encontraron y me trajeron aquí para curarme. Me brindaron protección y cariño, mucho cariño. Así me recuperé y desde entonces vivo feliz aquí, pero ¿Sabes? Cuando canto, alegro a quien que me escucha, la gente se acerca a mí, me dice cosas que no entiendo pero las siento como buenas en mi corazón. Además, al sentirme querido y aceptado, también me siento útil y ya no me importa tanto el no poder viajar como tú lo haces.
- Pues, no sabes todo lo que has perdido…–Contestó un poco desconcertado el gorrión- Claro, la libertad tiene sus riesgos: yo también me he topado con gavilanes y recordarlo aún me produce mucho miedo. Tengo que cuidarme de los gatos, y además, me preocupa no poder encontrar a los míos y ¿Para qué te miento? También me da miedo no encontrar suficiente alimento antes de que llegue el momento de emigrar al sur para escapar del invierno. No contar con las fuerzas necesarias para el viaje, es una idea que me aterra tanto como las piedras que a veces me arrojan los críos de los humanos para derribarme.
- Bueno, y si tanto te aterra tu situación ¿Porqué no buscas otros campos o alguna otra ciudad? –Preguntó el jilguero.
- ¿Qué? ¡Pero estás loco! –Contestó airado el gorrión- ¿Y enfrentar nuevamente peligros desconocidos? Al menos aquí ya sé de quién cuidarme, pero ¿En otra ciudad? ¡Ni pensarlo! De imaginar que me pueden atrapar y encerrar en una cárcel como ésta en la que vives… ¡Sería la muerte! ¿Cómo se te ocurre?
- Amigo gorrión me doy cuenta, platicando contigo, que yo estoy cautivo dentro de esta jaula, impedido de hacer muchas cosas que me gustaría. Pero tú eres quien realmente vive prisionero, esclavizado a tus miedos y eso que llamaslibertad no es más que área de vuelo, no puedes entender que tu libertad no está en las alas. Está en tu corazón, en tu mente, está en dejar que tu espíritu se expanda y pueda vibrar con el amor, buscando siempre hacer el bien. Cuando eres libre nada te ata a un lugar, con el poder de tu mente puedes viajar al horizonte en el atardecer para bañarte con su luz, o puedes soñarte volando hacia las estrellas en una noche clara o puedes pensar en el amor, en tus hijos o en tus nietos, también en la amistad; porque la libertad ha de servirte para ser más responsable y así sentirte involucrado con la vida, motivado para sacar lo mejor de ti y Eso es saberte luz, energía y amor.
El gorrión se quedó sin saber qué contestar, balbuceó un adiós malhumorado y marchó cuidándose de los gatos, del gavilán y de los críos de los hombres que arrojan piedras para interrumpir el vuelo de las aves. El jilguero por su parte, reanudó su canto con mayor alegría pensando en el poco espacio y tan pocas cosas que necesita para ser feliz.

Este es muy querido para mi. Lo escribió mi padre, que es el jilguero de mi corazón. Padre, aunque no puedas leer esto ahora, donde estés, como estés, siempre nos reconocemos en el amor. Qué orgullo ser tu hija. Qué grata fortuna re descubrirte tantas veces con nuevas miradas y andar el vuelo a tu lado.
http://pazdeleon.blogspot.com/, edición familiar.


Soliloquium dixit


...
Transeúnte
no sé si de efímeras palabras
como Hermes, de pies alados
te veo y no te hablo
calló
cayó
cayó
....... lo que siento
...

callar
me hace
caer
...
arriba
.

http://soliloquiumdixit.blogspot.com/

21.9.10

Gabriel Celaya

Cuéntame cómo mueres,

cómo renuncias —sabio—,
cómo —frívolo— brillas de puro fugitivo,
cómo acabas en nada
y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.

Amatorio/Fernando Corona

A

A donde vamos, amor, a donde vamos
sólo hay una región de intensidades.
Si te caes de mi brazo, no me culpes:
si te vence el hastío, no me observes,
como auscultando una paloma herida;
si se cansan tus pies no continúes
pues continuar sería como un pacto
cuya existencia nos lacera el gesto
si me fallas amor pues qué le hacemos,
ni modo de andar juntos para odiarnos;
pero si llegas conmigo a donde vamos
recuerda que el amor lo hizo el camino.

13.9.10

Antología de poesía rumana/Traducción de Germán A. de la Reza

Elegía primera/Nichita Stanescu

Dedicada a Dédalo, fundador del ilustre pueblo de artistas,
los dedálicos.

I
Él comienza consigo y acaba
en sí mismo.
No lo anuncia ninguna aureola,
no lo sigue ninguna cola de cometa.

Desde él nada emerge hacia afuera;
por eso no tiene rostro
ni forma.
Podría asemejarse, quizá
a la esfera,
que tiene el mayor cuerpo cubierto por la más estrecha piel posible.
Pero ni siquiera tiene
tanta piel como la esfera.

Él es lo interior-perfecto
y aunque no tiene márgenes, es profundamente limitado.

Pero de verlo no se ve.

No deja tras de sí la historia
de sus propios movimientos, así
como la huella de la herradura sigue
con fe
a los caballos...

II
Ni siquiera tiene un presente
aunque es difícil imaginarse
cómo es que no tiene.

Él es lo interior perfecto,
el interior del mundo, más cerrado
en sí que el punto mismo.

III
No se golpea con nadie
ni con nada, porque
no tiene nada regalado hacia afuera
por quien pudiera golpearse.

IV
Aquí duermo yo, rodeado de él.
Todo es el revés de todo.
Pero no se opone, y
mucho menos no lo niega:

Dice
No sólo aquel
que sabe de Sí.
Más él, que sabe todo,
en No y Si tiene rotas las páginas.

No sólo duermo aquí,
sino también la serie entera de hombres
cuyo nombre llevo.

La serie de hombres me puebla
un hombro.
La serie de mujeres
otro hombro.

Y ni caben ahí. Ellos son
las plumas que no se ven.
Yo aleteo y duermo -
aquí,
lo interior perfecto
que comienza consigo,
y acaba en sí mismo,
no anunciado de ninguna aureola,
no precedido de ninguna cola de cometa.


Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, 2000: Cd. de México


9.9.10

El gallo Pancho y otros cuentos desde el hospital

El gallo pancho

El gallo Pancho tiene 24 años de edad, vive en un gallinero y le encanta el maíz. Un día se encontró un maíz mágico, y al comer el maíz se hizo chiquito. Se fue a pasear y se encontró con una gallina, que era su mamá, le dijo que ella era hechicera y lo podía regresar a su forma normal, lo podía volver grande, así que le dio un líquido; el gallito tomó un líquido verde y se volvió un gallo verde, y es feliz porque todo el mundo lo admira por su color.

Abigaíl Mejía Vela, 7 años
Leydi Natalí Carrasco, 10 años


*


Noche, pluma, pájaro

En la noche en el bosque estaban matando a los leones. Unos señores escucharon y fueron por ayuda para salvar a los leones, los rescataron y los llevaron al seguro, los curaron y vivieron en el bosque.

Felipe Nathaniel Concha Puc, 7 años



CNCA, 2006: Yucatán.

Los hongos de Yuggoth/H.P. Lovecraft



XXXV. Evening star

I saw it from that hidden, silent place
where the old wood half shuts the meadow in.
It shone through all the sunsset's glories-thin
at first, but with a slowly brightening face.
Night came, and that lone beacon, amber-hued,
beat on my sight as never it did of old;
the evening star, but grown a thousandfold
more haunting in this hush and solitude.

It traced strange pictures on the quivering air-
half-memories that had alsways filled my eyes-
vast tower and gardens; curious seas and skies
of some dim life - I never could tell where
But now i knew that through the cosmic dome
those rays were calling from my far, lost home


XXXV. Estrella vespertina

La vi desde aquel lugar escondido y silencioso
donde el viejo bosque oculta a medias la pradera.
Brillaba a través de los esplendores del crepúsculo... pálida.
Al principio, pero con una cara que poco a poco se encendía.
Llegó la noche, y aquel fatal solitario, teñido de ámbar,
hirió mi vista como nunca lo había hecho antaño;
la estrella vespertina, pero mil veces aumentada,
encandilaba aún más en aquella quietud y aquella soledad.

Trazaba extraños dibujos en el aire estremecido...
recuerdos borrosos que siempre habían llenado mis ojos...
inmensas torres y jardines, curiosos mares y cielos
de alguna vida imprecisa... no sé de dónde.
Pero entonces supe que a través de la bóveda cósmica
aquellos rayos me llamaban desde mi lejano hogar perdido.


*


XXXVI. Continuity

There is in certain ancient things a trace
of some dim essence- more than form or wight;
a tenuous aether, indeterminate,
yet linked with all the laws of time and space.
A faint, veiled sign of continuities
that outward eyes can never quite descry;
of locked dimensions harbouring years gone by,
and out of reach except for hidden keys.

It moves me most when slanting sunbeams glow
on old farm buildings set against a hill,
and paint with life the shapes wich linger still
from centuries less a dream than this we know.
In that strange light i feel i am not far
from the fixt mass whose sides the age are.

December 27, 1929-January 4, 1930

XXXVI. Continuidad

Hay en algunas cosas antiguas una huella
de una esencia vaga... más que un peso o una forma
un éter sutil, indeterminado,
pero ligado a todas las leyes del tiempo y el espacio.
Un signo tenue y velado de continuidades
que los ojos exteriores no llegan a descubrir;
de dimensiones encerradas que albergan los años idos,
y fuera del alcance, salvo para las llaves ocultas.

Me conmueve sobre todo cuando los rayos oblicuos del sol poniente
iluminan viejas granjas en la ladera de una colina,
y pintan de vida las formas que permanecen inmóviles desde hace siglos,
menos quiméricas que todo esto que conocemos.
Bajo esa luz extraña siento que no estoy lejos
de la masa inmutable cuyos lados son las edades.

Diciembre 27, 1929-Enero 4, 1930

Valdemar, 2002: España.