19.3.12

Las lenguas y la globalización/Miquel Siguan

Una serie de factores relacionados con el progreso técnico hacen que en la actualidad el tránsito de la información a cualquier lugar del mundo pueda ser casi instantáneo y que sea fácil y rápido el transporte tanto de mercaderías como de personas entre cualquier punto del globo. Así se produce una globalización de la economía al mismo tiempo que los contactos culturales son cada vez más abundantes y profundos y los desplazamientos de población cada vez más frecuentes todo lo cual puede englobarse con la denominación de globalización. Este proceso iniciado hace tiempo pero progresivamente acelerado en nuestros días tiene consecuencias de muchos tipos pero aquí me ocuparé concretamente de su repercusión sobre las lenguas.

Lenguas de comunicación internacional.

Una consecuencia muy clara del proceso de globalización  es que pone en contacto a muchas personas que hablan lenguas distintas. Para que la comunicación sea posible es necesario que una de las personas interlocutoras además de su primera lengua sea capaz de hablar la lengua de la otra o bien que ambas conozcan una segunda lengua que sirva así de medio de comunicación. Y si son muchas las personas que se encuentran en parecida situación hará falta un acuerdo implícito para decidir cuáles son las lenguas que se utilizarán como medio de comunicación.

En la Edad Media los europeos, y para ser mas exactos los europeos cultos que vivían en el ámbito de influencia de la Iglesia de Roma, de Irlanda hasta Polonia y del Mediterráneo al Ártico, tenían una lengua común que era el latín. En la época de la ilustración el francés se convirtió en la primera lengua de comunicación internacional.

En el siglo XIX se le unieron el alemán y el inglés. A mediados del siglo XX, y coincidiendo con el final de la gran guerra, el inglés se convirtió decididamente en la primera lengua de comunicación internacional. Consiguientemente, una proporción importante de la población mundial lo adquirió como segunda lengua. Dicha proporción sigue aumentando.

Lo acontecido no ha ocurrido por casualidad. Estados Unidos y el conjunto de países de lengua inglesa constituyen la mayor concentración de poder económico en el mundo. En esos países, y muy especialmente en Estados Unidos, se producen la mayoría de innovaciones científicas y técnicas que hacen posible la globalización. Todo ello tiene consecuencias lingüísticas, ya que todas esas novedades científicas y técnicas, sus aplicaciones y sus efectos tienen que ser nombrados y ello implica la aparición continua de nuevas palabras y de nuevas alianzas de palabras. Ello a su vez está facilitado por el hecho de que el inglés es una lengua muy flexible, que admite con facilidad las innovaciones a lo que puede añadirse que no tiene una Academia que la encorsete de modo que es sólo el uso el que sanciona el uso de las nuevas palabras.

Y como la característica principal de la globalización es que las nuevas iniciativas se extiendan por todo el mundo las palabras que las significan en inglés tienden a ser adoptadas por todas las demás lenguas que se llenan así de anglicismos. Es cierto que en algunas lenguas, especialmente en el caso del francés, se llevan a cabo esfuerzos por contener esta avalancha buscando sustitutos en las posibilidades del propio vocabulario
aunque los resultados son más bien moderados mientras en otras lenguas siquiera se intenta.

El hecho de que el inglés se haya convertido en la primera lengua de comunicación internacional tiene consecuencias para el propio inglés. De las comunicaciones verbales que en cada momento se establecen en inglés buena parte de las mismas se producen entre personas para las que el inglés no es su primera lengua y por tanto que en muchos casos utilizan un inglés simple o deficiente. Es cierto que el uso del inglés por parte de quienes empezaron a hablar en otra lengua puede tener a veces consecuencias positivas y así es sabido que hay una generación de escritores nacidos en la India o en el Caribe para los que el inglés no es su lengua nativa y que están contribuyendo poderosamente a la renovación de la literatura inglesa. Pero en conjunto los hablantes del inglés como segunda lengua utilizan un inglés más pobre y menos correcto que los que lo hablan
desde la primera infancia.

En otros tiempos cuando una lengua hegemónica se extendía mucho en el espacio y entraba en contacto con otras, la lengua principal empezaba a mostrar diferencias dialectales según los lugares y así fue como el latín dio origen a las lenguas neolatinas.

No parece que vaya a ocurrir esto con el inglés. Gracias al progreso técnico las conversaciones en inglés pueden mantenerse entre interlocutores que tienen otras lenguas como primeras lenguas pero que están situados en lugares muy alejados del globo por lo que la diferenciación en el interior de la lengua inglesa ya no se está produciendo por razones geográficas sino por especializaciones temáticas (el inglés de los hombres de negocios y de los financieros, el inglés de los científicos y de los técnicos, el de los informáticos, el del espectáculo y los entretenimientos, el de los deportistas…).

Presión sobre las lenguas menores. Amenazas de desaparición y condiciones de 
supervivencia

A lo largo de los siglos las distintas lenguas habladas por los seres humanos han evolucionado. Unas han desaparecido al mismo tiempo que surgían otras. La introducción de la escritura dio mayor estabilidad a las lenguas que la adoptaron pero no eliminó su temporalidad. En la actualidad la globalización está provocando la desaparición de lenguas menores en un proceso que se acelera con el paso del tiempo y que desde hace un tiempo ha sido denunciado como una pérdida similar a la que representa la desaparición de especies vivas, animales o vegetales. Aunque se trata de lenguas con muy pocos hablantes e intelectualmente muy alejados de nosotros, la realidad es que todas las lenguas del mundo, mayores y menores, tienen una complejidad similar y que cada una de ellas es reflejo de una cultura especifica.

Pero, ¿es posible salvar una lengua en peligro de extinción? En principio es perfectamente posible. Incluso es posible resucitar una lengua.

El córnico es una lengua celta, como el galés o el irlandés, que se hablaba en la región de Cornualles  (Reino Unido) y cuyo último hablante parece que murió en 1777 y solo algunos eruditos guardaban su recuerdo. A mediados del siglo XX algunos nostálgicos de la lengua decidieron iniciar su aprendizaje. Su ejemplo tuvo imitadores y al cabo de un tiempo había un grupo de personas capaces de hablar la lengua entre sí. El paso siguiente se dio con una pareja que había aprendido el córnico y que decidió no solo hablarlo habitualmente entre ellos sino también con los hijos que tuvieran. El ejemplo ha tenido imitadores y hoy existe un cierto número de personas, algo más de 200, que han tenido el córnico como primera lengua aunque hablen también el inglés que sigue siendo la única lengua de la mayoría de la población de Cornualles.


Más espectacular es el caso del hebreo. En tiempos de Jesucristo había dejado de ser la lengua usada por la población judía y había quedado reservada para los usos litúrgicos. A medidos del siglo XIX fue literalmente resucitado y se ha convertido en la lengua oficial del estado de Israel y cuenta hoy con millones de hablantes. Pero se trata de casos excepcionales y que poco tienen que ver con la mayoría de las lenguas que hoy se
encuentran amenazadas.

Se calcula que en el mundo existen alrededor de seis mil lenguas de las cuales más de la mitad tiene menos de 10.000 hablantes y de las cuales la mayoría se encuentra en la cuenca del Amazonas, en las estepas rusas, en Nueva Guinea y en ciertas regiones africanas. Se trata, en la mayoría de los casos, de lenguas habladas por poblaciones que han vivido en pleno aislamiento, es el caso por ejemplo de tribus indígenas que han vivido en la selva amazónica, aislamiento roto ahora por la creciente deforestación que convierte los árboles en pasta de papel e introduce en las tierras deforestadas el cultivo del café. En este nuevo contexto los hablantes de la lengua indígena se ven obligados a aprender, aunque sólo sean los rudimentos de las lenguas de sus nuevos vecinos, pues no hay ninguna esperanza de que los recién llegados se interesen por la lengua indígena y en general son los mas jóvenes los que en primer lugar reconocen esta necesidad si quieren subsistir. La sensación de la inutilidad de la antigua lengua para abrirse camino en la nueva situación lleva con facilidad a su devaluación y, más o menos pronto a su abandono.

¿Cómo podría salvarse esta lengua? La primera condición es evidentemente que los propios hablantes lo deseen, que deseen conservar la identidad de su grupo humano y la lengua como signo de identidad. Pero en nuestro mundo actual y desde la aparición de la escritura la perduración de una lengua exige un mínimo de uso escrito, la introducción de la escritura obliga previamente a codificar la lengua, a establecer, aunque sea mínimamente, su gramática y su vocabulario. Es esta codificación lo que a su vez hará posible la enseñanza de la lengua y la producción de documentos escritos que den testimonio de su utilidad. Por supuesto es muy difícil, por no decir imposible, que los hablantes de la lengua amenazada hagan este esfuerzo por si mismos y necesitan no solo la tolerancia sino la ayuda activa desde instancias sociales y políticas de nivel superior, una ayuda que no es nada seguro que se produzca. En lenguas habladas sólo por unos centenares de personas el esfuerzo puede parecer desproporcionado y el éxito no está de ningún modo asegurado. En el caso de lenguas con mayor número de hablantes no es nada seguro que las instancias políticas que podrían comprometerse con su protección consideren justificado un esfuerzo cuyos rendimientos políticos o económicos serían mínimos. Es cierto que existen ejemplos en sentido contrario. Las distintas lenguas esquimales estuvieron durante mucho tiempo abandonadas pero hoy, en cambio, están oficialmente protegidas tanto en Canadá como en Noruega y Finlandia. Pero precisamente la singularidad de estos casos, se trata de unas pocas lenguas que están apoyadas por países poderosos que han cambiado de opinión respecto a ellas y han puesto a su disposición medios considerables, demuestra la dificultad de que esto ocurra con los millares de lenguas que hoy están en peligro.

La informática y las lenguas


UNIVAC, el primer ordenador electrónico, se construyó en 1951 para analizar los datos del censo de población de los EEUU y evolucionó muy rápidamente aumentando su potencia, haciéndose capaz de efectuar otras operaciones administrativas y también de procesar textos con lo que cerró el paso a la difusión de las máquinas de escribir eléctricas e introduciéndose así en gran número de hogares. En 1969 se estableció la primera conexión entre ordenadores a partir de la cual se desarrolló Internet, la red de redes, un sistema que permite almacenar, consultar e intercambiar información prácticamente sin límites y que así se ha convertido en uno de los elementos principales de lo que he llamado el proceso de globalización.


Por supuesto que el ordenador, y los sistemas que se apoyan en él, y en primer lugar Internet, tienen consecuencias lingüísticas de las que voy a comentar algunas. El ordenador tiene unos programas básicos que regulan su actividad y que están constituidos por signos, lo que se llama el "lenguaje de la máquina", de los que algunos son palabras y por supuesto palabras inglesas. Con los programas dirigidos a controlar las distintas actividades de la máquina al servicio de las necesidades del cliente ocurre lo mismo. Pero además, el ordenador necesita dialogar con el usuario, darle instrucciones o proponerle que elija entre varias posibilidades, lo que se llama el dialogo "máquina-usuario". En una primera época los ordenadores sólo utilizaban el inglés pero a medida que aumentaba su demanda en países de lengua no inglesa hubo
que producir programas en otras lenguas. Así, por poner un ejemplo, el programa básico de Windows esta disponible en unas cuarenta lenguas, mientras algunos programas específicos del mismo productor sólo lo están en algunas y alguno muy especifico o de muy reciente creación sólo está en inglés. En el caso del software libre, como el Linux, la producción en las distintas lenguas no depende de razones comerciales sino de la existencia de personas voluntarias dispuestas a ampliar las posibilidades del sistema. Pero el resultado es el mismo, una amplia diferenciación de la oferta según las lenguas. Para poner algún ejemplo concreto se pueden tener en cuenta los programas de corrección ortográfica que recorren un texto para detectar errores y ofrecer soluciones alternativas. Windows ofrece actualmente programas de corrección automática en unas
sesenta lenguas.


Pero hay otro aspecto de la relación entre informática y lenguas que tiene especial relevancia. El inglés, la primera lengua usada en este campo, utiliza el alfabeto llamado latino que es común a la mayoría de las lenguas europeas; el griego, en cambio, utiliza el alfabeto griego; el ruso y otras lenguas eslavas el cirílico. Parecería, por tanto, evidente que la mayoría de los hablantes de Europa desde el principio habrían podido
utilizar máquinas con el mismo alfabeto y con los mismos programas en el orden lingüístico pero no es así, las diferentes lenguas que utilizan el alfabeto latino no utilizan exactamente los mismos signos. El español tiene signos propios como son la "ñ", el signo de interrogación y de admiración al comienzo o los acentos agudos. Otras lenguas tienen signos peculiares, la "ç", los acentos graves y circunflejos, la diéresis y otros todavía que no figuran en el teclado que manejo para redactar estas notas.


La primera codificación que se utilizó comprendía 128 signos (letras, números y otros signos gráficos) pero estaba pensada exclusivamente para el inglés. Posteriormente se duplicó a 256 y entonces ya figuraban la mayoría de signos utilizados por el español. En los años 90, y ante la creciente incorporación de lenguas orientales con sistemas de representación distintos, la Organización Internacional para la Estandarización (ISO) elaboró un nuevo código: Unicode, en el que se mantienen los primeros 128 signos de la primera codificación y los 128 siguientes se multiplican por 16 tablas distintas lo que permite representar prácticamente todas las lenguas con presencia en Internet. Otra cosa es que los sistemas de distribución de información de Internet o del correo electrónico o la máquina que manejamos estén preparados para utilizarlos.

En relación con la evolución que acabo de resumir vale la pena citar un hecho significativo. Los primeros desarrollos de la informática a nivel internacional hicieron caer en la cuenta que nuestros sistemas alfabéticos de escritura, nuestras ortografías, poseen bastantes elementos de irracionalidad y pareció que este desarrollo iba a dar nueva fuerza a las propuestas de racionalización de la ortografía de las lenguas europeas. Y no digamos del absurdo que representa que pueblos como el japonés y el chino, que están en primera línea del desarrollo mundial, se empeñen en mantener complicadísimos sistemas de escritura ideográficos en vez de adoptar un sistema alfabético. Y efectivamente en todos estos casos se iniciaron esfuerzos racionalizadores pero pronto surgieron en todas partes reacciones nacionalistas que consideran que las singularidades del sistema de escritura forman parte de la identidad nacional.


Repercusiones sobre la escritura y sobre la cultura


La aparición de la escritura representó un cambio importante en la existencia de las lenguas, la lengua oral sólo llega donde llega la potencia de la voz del orador y sólo se mantiene mientras éste la emite. El texto escrito, en cambio, puede llegar hasta los confines de la tierra y mantenerse indefinidamente mientras resista su soporte. Pero, además, para que el texto escrito en una lengua sea comprendido por todos sus posibles lectores es necesario haber codificado previamente la gramática de la lengua utilizada y haber establecido el inventario de todas las palabras que forman parte de ella. A lo que puede todavía añadirse que la escritura normalmente requiere una cierta premeditación previa mientras la oralidad es mucho más espontánea. A partir de aquí la lengua escrita se convierte en la forma correcta de la lengua a diferencia de la expresión oral que es
mucho más tolerante con las diferencias individuales o grupales. Desde la introducción de la escritura los productos literarios y científicos se han creado en forma escrita y, a partir de la imprenta recogidos en libros, se han convertido en los instrumentos por excelencia de la continuidad y del progreso de nuestra cultura occidental.

Las técnicas modernas que han conducido a la globalización están alterando profundamente este panorama. Desde la invención del teléfono y del disco la voz humana puede trasladarse a cualquier distancia y mantenerse indefinidamente en el tiempo y con ello el prestigio de la letra escrita disminuye. Muchos de nuestros contemporáneos reciben mas información oral, a través de la radio y de la TV, que escrita, a través de periódicos y libros. Como consecuencia de ello el prestigio de la lengua escrita disminuye y con ello la impresión de que la expresión escrita tiene un rango superior que debe tomarse como modelo.

Un ejemplo, significativo entre otros muchos, puede ser el de las palabras y expresiones vulgares u obscenas que antes eran toleradas en mayor o menor medida en el lenguaje oral pero proscritas en el lenguaje escrito, y más en general en el lenguaje culto, hasta el punto de que no figuraban en los catálogos de la lengua que son los diccionarios, empezando por el propio Diccionario de la Academia, y que hoy han pasado de la oralidad a la escritura, a los periódicos y a los libros.

A lo que acabo de decir se puede objetar que, a pesar de esta ampliación de los ámbitos del lenguaje oral, la informática ha abierto nuevas posibilidades a la escritura, lo cual es rigurosamente cierto. El ordenador en primer lugar y luego la introducción y la generalización de la red Internet, han permitido multiplicar tanto la posibilidad de producir y de intercambiar información en forma escrita como la posibilidad de tener acceso a múltiples fuentes de información, también en lengua escrita. Pero es cierto que el intercambio de información a través de los medios informáticos utiliza un lenguaje menos cuidado que cuando se hacía usando como soporte el papel escrito y basta un ejemplo para mostrarlo: la comparación entre los mensajes electrónicos y las cartas.

Para muchas personas, y a lo largo de generaciones, escribir cartas ha sido una actividad casi cotidiana y a la que se prestaba considerable atención. El estilo epistolar tenía sus propias normas y exigía un cierto planeamiento y un considerable cuidado en su redacción. A su vez el receptor las leía y releía con cuidado y a menudo las guardaba. Y en la vida de una pareja la correspondencia amorosa constituía un elemento importante de la relación y la rotura implicaba la devolución de las cartas recibidas. Los mensajes electrónicos son mucho más espontáneos, menos cuidados en su redacción, más cercanos por tanto al lenguaje oral y, por supuesto, más breves. A menudo reciben una respuesta casi inmediata lo que los acerca más al intercambio telefónico que a la carta.

Para muchas personas el mensaje electrónico es mas laxo en su corrección ortográfica que la carta, lo que puede relacionarse con esta espontaneidad e informalidad del mensaje y también con la despreocupación surgida de la existencia de correctores ortográficos a los que confiar esta tarea. La laxitud ortográfica alcanza su máximo en el caso de los mensajes escritos y enviados por teléfonos móviles. No sólo se simplifica la ortografía sino que se introducen abreviaciones y símbolos que acaban por constituir un código propio, aunque es un código flexible que cada usuario modifica a su manera. En realidad todas estas formas de abreviación del número de signos del mensaje tienen una razón económica evidente, pero ello no deja de implicar una actitud mas libre de las nuevas generaciones ante las normas no solo ortográficas sino sintácticas.

Pero la introducción y el rapidísimo desarrollo de Internet ha tenido otra consecuencia sobre el lenguaje escrito mucho mas importante que la espontaneidad o el descuido al que acabo de referirme, y es el desplazamiento del libro como fuente de información.

En la actualidad existe una fuerte controversia en torno a la posibilidad de reproducir en Internet textos publicados por medios tradicionales así como predicciones divergentes sobre si en el futuro la edición en Internet sustituirá o no a la edición en papel, pero a lo que ahora quiero referirme es a algo que en mi opinión es mucho mas significativo.

Desde la invención de la imprenta nuestra cultura se ha basado en la existencia de unos libros depositarios del conocimiento alcanzado en los que se basaba la enseñanza y en los que los individuos podían tanto ampliar su cultura general como profundizar en los temas de su especialidad o de sus aficiones. Internet, a través de cualquier buscador o por medios más sofisticados, hace innecesario acudir a los libros. Que ello tiene ventajas de cara a la especialización es evidente, pero es igualmente evidente que con ello se hace inútil la base común de cultura general en que se ha basado nuestra tradición cultural.

Las lenguas en el contexto español: catalán/valenciano, gallego y euskera

Aunque la lengua mas favorecida por el proceso de globalización sea, como hemos visto, el inglés, convertido en la lengua de comunicación por excelencia, el español también resulta en alguna medida beneficiado por el proceso pues en muchos países ve aumentar el número de los que lo aprenden como segunda lengua. En cuanto a las lenguas específicas de determinadas comunidades autónomas (catalán/valenciano, gallego y euskera) la situación puede, a mi juicio, resumirse así.

Frente a las numerosas lenguas cuyo futuro parece amenazado por el proceso de globalización, la supervivencia de éstas está claramente asegurada. Se trata en cada caso de un número de hablantes relativamente grande, que en una elevada proporción se solidarizan con el fututo de sus lenguas y la trasmiten a sus hijos y que disponen de estructuras políticas que les permiten asegurar su enseñanza y su uso público. Más todavía, lo que en nuestros días constituye un índice importante de la vitalidad de una lengua, todas ellas disponen de programas y de aplicaciones informáticas de muy diversos tipos y todas ellas tienen una presencia apreciable en Internet. Pero una vez afirmada su supervivencia hay que notar también que el proceso de globalización las somete a una doble presión, por un lado, la necesidad de conocer no sólo el español sino también el inglés como lengua de comunicación internacional y, por otra parte, la llegada a los distintos territorios de una inmigración abundante y que habla otras lenguas. Ambos hechos plantearán retos importantes a los respectivos sistemas educativos.