13.4.11

Sin título/Daniela Ariadna Hernández Nuñez

Qué es un soplo de vida cada día cuando la vida misma te respira en el cuello con su calor, en qué se convierte la inmensidad del mundo cuando el mundo te canta universos y el viento te sonríe y la luna te acurruca en su vientre y el sol se duerme entre tus brazos.


A dónde iré con ésta mano hueca de tu mano, qué cielos, qué abrazos daré añorando el cuerpo de mi deseo. La música crece entre notas rebuscadas, a dónde irán mis silencios.

Lo he comprendido.

No tú.

El tiempo anda en una línea encorvada que se repite hasta no verle el fin, hace cruzamientos en la tela que teje y desteje al ritmo de una risa fuerte o de un llanto solemne, es ritmo de pasos de niños que caminan río abajo, el tiempo es tormenta y es fuego, es luna menguante, es tierra esperanzada, pero sobre todo no es minutos, no es horas, no es años, no es reloj.

Espero porque hay algo, está ahí, en la gran vía, parece un jardín naciendo entre llantas veloces, que visión más extraña, una flor se abre lento.