2.1.11

Entrelíneas/Marcel Proust


El tiempo que tenemos cotidianamente a nuestra disposición es elástico: las pasiones que sentimos lo expanden, las que inspiramos lo contraen, y las costumbres llenan lo que queda.

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¡Oh maravillosa independencia de las miradas humanas sujetas al rostro por un cordón tan largo, tan suelto, tan extensible, que pueden pasearse ellas solas muy lejos de él!

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Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma. Ella es la que tiene que dar con la verdad. ¿Pero cómo? Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es juntamente el país oscuro por donde ha de buscar, sin que le sirva para nada su bagaje. ¿Buscar? No sólo buscar, crear. Se encuentra ante una cosa que todavía no existe y a la que ella sola puede dar realidad y entrarla en el campo de su visión.

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Habría que elegir entre dejar de sufrir o dejar de amar. Pues así como al principio el amor está formado de deseos, más tarde sólo lo sostiene la ansiedad dolorosa. El amor, en la ansiedad dolorosa como en el deseo feliz, es la exigencia de un todo. Sólo nace, sólo subsiste si queda una parte por conquistar. Sólo se ama lo que no se posee por entero.

Querido Marcel: 


Si la vía es el dualismo, amor= ansiedad dolorosa. Si la vía, el no dualismo, amor=libertad compartida: ¿cómo podría doler o siquiera ansiarse lo que de completo ya se posee? La diversidad es la ilusión que nos hace pensar con palabras prestadas en torno a lo que somos yo, tú, ellos y poseemos ese, esto, aquella ¿o acaso somos y nos poseemos a nosotros mismos enteramente? ¿a cada segundo? Parar el sufrimiento y la ansiedad por lo aún no dominado, es el primer Amor en acción: queda la eternidad por conquistar y es la conquista aquello infinito que amamos, pues ella nos revela los espejos inmaculados para volver a amar. Si es tan larga, la eternidad, cada instante es su principio, el único.


Hari om tat sat.