El poeta cuenta su vida primero a los hombres; después, cuando los hombres se duermen, a los pájaros; más tarde, cuando los pájaros se van, se la cuenta a los árboles...
Luego pasa el Viento y hay un murmullo de frondas.
Todo lo cual se puede traducir también de esta manera:
Lo que cuento a los hombres está lleno de orgullo;
lo que cuento a los pájaros, de música;
lo que cuento a los árboles, de llanto.
Y todo es una canción compuesta para el Viento,
de la cual, después, este desmemoriado y único espectador
apenas podrá recordar unas palabras.
Pero estas palabras que recuerde son las que no olvidan nunca las piedras.
Lo que cuenta el poeta a las piedras está lleno de eternidad.
Y ésta es la canción del Destino, que tampoco olvidan las estrellas.
Editorial Losada, 1957: Buenos Aires.