26.3.12

El Espíritu de los árboles/Tatanka Hunkesi (Pequeño búfalo) indio lakota-sioux



Me hice uno con los árboles del bosque . . . 

Estaba orando y tuve una visión que me gustaría compartir contigo. El Espíritu de los árboles, arbustos y plantas estaba en mí y supe cosas desde su propia visión. Fue un sentimiento lleno de paz pero también muy excitante… 

Como árbol, pude sentir la energía de la Madre Tierra, entrando por mis raíces y fluyendo a través de mí hasta la misma punta de mis ramas y hojas. Se vertió sobre las aves que anidaban en mí y las ardillas que trepaban por mis ramas. Sus mensajes, junto con la energía de la Tierra, fluyeron a través de mí hacia el cielo y hacia el Gran Espíritu. 

Estuve así durante un largo rato. Durante ese tiempo, se me recordó del poder de los Árboles. Los árboles son las líneas de vida entre la Tierra y el Cielo. 
Los árboles anclan a quienes viven en ellos y debajo de ellos, con el Gran Espíritu. Aún como un árbol, era consciente de mi ser. Era consciente de mi vida. 
Me imaginaba creciendo fuerte y alto. Sentía mi tronco firme y duro. Sentí mi conexión tanto con la Tierra como con el Cielo y cómo yo era el enlace entre ellos. 

Un águila aterrizó en mis ramas. Yo le dije: 
- Hermana Águila, tú llevas las palabras del hombre sencillo hasta los oídos del Gran Espíritu. Tú traes de regreso las palabras del Gran Espíritu a aquellos que tienen oídos para oír. 
¿ Qué tienes que decirme hoy ? 

La Hermana Águila respondió: 
- ¿Qué puede un árbol decirle a la gente del mundo? 
Ellos no te escuchan. 
Ellos no oyen tus palabras. 
Ellos no saben que tienes voz. 

Le dije al Águila que algunos sabían. Ella dijo: 
- Yo y mis hermanas hemos hablado a los árboles desde tiempo infinito, trayendo las palabras del Gran Espíritu. 
¿Alguno las ha escuchado? 
¿Alguno ha pedido a los árboles que hablen? 
Con esas palabras, voló alejándose. 

En seguida una lechuza aterrizó en mis ramas. Le dije:

- Hermana Lechuza, tú traes los misterios de la noche a la gente del mundo. Tus ojos son astutos y pueden ver a través de la oscuridad. Díme, por favor, ¿qué ves a través de la oscuridad que te rodea? 

La Hermana Lechuza dijo:
- Aún en la oscuridad el Gran Espíritu está observando y se preocupa por sus niños. El les envía mensajes para que puedan aprender y crecer en felicidad y prosperidad. Yo le traigo esos mensajes a los árboles, ellos se los llevan a aquellos que viven debajo de ellos. ¿Alguien los ha escuchado ?
La Lechuza se alejó volando. 

Mi espíritu cambió de forma y ya no era más un árbol. De nuevo fui yo mismo. 
Levanté la mirada y estaba sentado debajo de un árbol. 

”Hermano Árbol” -le dije- “Enséñame. Quiero escuchar tus palabras.”

Las ramas del árbol sobre mi cabeza ondularon en la brisa y una nuez cayó del árbol. Aterrizó cerca de mí. La recogí y agradecí al árbol. 

Entonces tuve otra visión….

Vi una tierra con los enormes árboles-gente. 
Parecían como árboles pero caminaban y caminaban y tenían familias. 

Yo era un coyote, que corría entre ellos. 

Un árbol se inclinó sobre mí y me llevó hacia arriba. Acarició la parte trasera de mis orejas de animal y dijo:

• Nosotros los árboles, somos como las puntadas de una tela, mantenemos unidas las partes de la tela que viste a la Tierra. 
Si quitan demasia-das puntadas, la tela se rasgará y se desunirá.

El movió mi cuerpo y me convertí en una babosa. Me puso sobre su corteza y me movía lenta pero constante. Me sentía feliz siendo una babosa sobre este gran Espíritu-Árbol. 

• “Cada árbol tiene un mensaje. 
Para escuchar ese mensaje, párate entre nosotros y abre tu corazón. 
Estamos esperando para contártelo.“ 
Mi visión terminó. 

Cuando desperté, pensé: “Conozco el mensaje de los árboles. ¿Por qué habré tenido esa visión?” 

Entonces salí y me senté bajo los árboles cerca de mi casa. Pude sentir su espíritu en torno mío. Me llenó y comprendí algo que no sabía antes… 

Hay incontables mensajes en los árboles… 

Ningún hombre puede conocerlos todos…

Siempre tenemos espacio para aprender de ellos.

Ansié ser esa humilde babosa de nuevo. Para trepar por la corteza de un árbol, lenta pero constante y no tener preocupaciones.