Viene.
Flota.
Se posa sobre mí como una lámina de concreto.
Me presiona el pecho.
Me destruye el alma.
La reinventa.
Me cura.
Devuelve mis ganas de volar.
Pasa la noche conmigo.
Sólo para tener el descaro de largarse de nuevo,
dejándome en el oscuro sitio donde me encontró.
Se va con una sonrisa en los labios.
Los labios que son míos pero no son.